OPINIÓN

Pandemia, crisis, incertidumbre y aprendizaje
09/08/2022

A nadie debería sorprenderle lo que señaló el rector de la UJAT la semana pasada

A nadie debería sorprenderle lo que señaló el rector de la UJAT la semana pasada: que el nivel de conocimientos que demostraron los jóvenes aspirantes en el examen de ingreso a la institución fue muy bajo. Es lógico y hasta esperable, si se toma en cuenta que los chicos que presentaron su examen de admisión este año cursaron dos tercios de su educación media superior como pudieron, en medio de la pandemia, la crisis económica y la incertidumbre social.

La educación media superior es particularmente difícil por sus contenidos que van siendo cada vez más abstractos, a los que para cualquier estudiante puede ser arduo darles seguimiento si tuvo una educación básica deficiente; para complicarlo todo, ese nivel educativo coincide con una etapa de desarrollo personal importante en la que se definen varios aspectos en los jóvenes, cuestiones complicadas e inherentes a la existencia humana como son la identidad propia, la sexualidad, la necesidad de reconocimiento y aceptación entre un grupo de iguales, así como la definición de cómo ganarse la vida en el futuro que emerge en el horizonte: inmediato e inhóspito.

Es casi seguro que en las próximas evaluaciones de desempeño educativo que tendrán que hacerse a nivel nacional se refleje en todos los niveles una afectación similar o quizá mayor que la exhibida por los jóvenes tabasqueños en su examen de admisión. Seguramente se podrá constatar en qué medida la falta de acceso a Internet, dispositivos tecnológicos, espacio, tiempo y recursos de todo tipo afectaron más en su educación a los hijos de quienes menos tienen.

Pedía el rector Guillermo Narváez a los padres de familia y a los docentes mayor compromiso en la educación de sus hijos. Lamentablemente, no se suple con horas extras y responsabilidades adicionales a los maestros el esfuerzo colectivo que es necesario para superar esa brecha y recuperar niveles que garanticen a la juventud alcanzar los estándares de profesionalización y aptitudes para el trabajo que hoy se exigen.

Para muchas familias la realidad material de no llegar a fin de mes se impone y cientos de jóvenes, tal vez miles, se ven orillados a prestar atención para resolver lo urgente y van dejando de lado lo importante: prepararse para llegar a tener mejores oportunidades de trabajo.

Tendrán que ser los mismos jóvenes estudiantes quienes tomen conciencia de la situación e inviertan sus mejores recursos para elevar su desempeño educativo. Lo más difícil: ejercitar la capacidad de concentración, tan minada por el constante por el constante acceso a internet y contenidos novedosos al alcance de la mano. En tan fácil distraerse del arduo camino de invertir pasión e interés en desarrollar una vocación, un modo honesto de vivir que permita ser útil además de tener estabilidad financiera.

No tienen la culpa los estudiantes de salir con serias carencias educativas de las escuelas, especialmente cuando en educación básica se instruyó la aprobación automática. Una medida extraordinaria para los retos extraordinarios de la pandemia que, sin embargo, no elimina las barreras cada vez mayores para aspirar a los empleos con mejores condiciones laborales, socialmente útiles y en la vanguardia tecnológica.

Todavía se enseñan formas de afrontar la adultez y el empleo que van quedando obsoletas. Como la aspiración de tener un empleo en el gobierno en el cual tener ingresos suficientes para sacar adelante una familia, quedarse ahí toda la vida y recibir una pensión adecuada para la vejez. Claro que se necesitan jóvenes en el servicio público, pero esas oportunidades y promesas parecen cada vez más irreales a medida que es más evidente la crisis de los sistemas de pensiones, así como la feroz competencia e intereses políticos que luchan por controlar los pocos espacios que se abren.

Tendrán los jóvenes que desarrollar una capacidad adaptativa que los blinde del temor a equivocarse, que les permita iniciar otro camino si no pueden acceder al que habían pensado o si el que eligieron no resultó como querían. Es una cualidad que no se mide en un examen de admisión, pero que será crucial para todos ante las adversidades que todavía debemos enfrentar



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