La tradición viva
05/11/2021
En este entendido, cobra significancia el que, a partir de la adopción de la noche de brujas
En una sociedad como la nuestra, con ondas raíces de control, mediatizada y abierta a los sincretismos culturales, ingenuamente hay quien piensa que las nuevas formas de establecer relación con la tradición deben de cumplir con la inmaculada percepción de la ortodoxia histórica, dejando de lado nuestra muy mexicana actitud de ligereza, que lo mismo nos ha llevado a rezar una virgen con sello de realización de Taiwán, que fiarnos de la fe con veladoras de efigies de superhéroes o políticos.
A contrapelo, hay quien exige la certificación de los elementos que le permitan calificar de bueno o malo algo, así los altares a los difuntos, para algunos no deberían de tener la confluencia de elementos de otras tradiciones regionales, abandonar el cempasúchil y buscar la flor silvestre, prescindir de la calavera de azúcar y olvidar el fomento de la catrina como un nuevo folklor festivo de la mexicanidad, la absurda idea de imaginar a la tradición como un elemento inmutable, que trasciende generaciones sin modificarse.
Todos los elementos que conforman una tradición son cambiantes, se enriquecen y transforman. Con el paso de los años se van adquiriendo otros elementos, e incluso muchos de estos comienzan por la repulsión o el descrédito, pero la masa los arropa y los transmuta, hasta hacerlos suyos y parte de la nueva tradición que garantiza su perpetuidad, ya que es un elemento de apropiación.
Como ejemplos están las festividades patrias, que poco o nada son las mismas del centenario, la representación de las ahora llamadas gestas heroicas, que en su momento fueron parte de la división de modelos hegemónicos, ahora unifican y garantizan un sentido de identidad; así, pronto vendrán las fiestas decembrinas que traen esa carga de la influencia cultural y comercial del país vecino del norte y que, ataviados del rojo sobre blanco, enarbola la conmemoración religiosa convirtiéndola también en un acto cívico de fraternidad.
En este entendido, cobra significancia el que, a partir de la adopción de la noche de brujas, el mexicano no ha cedido del todo, puesto que le ha dado un giro, incorporando la figura de las catrinas –que nada tiene que ver con lo que fue su surgimiento como las vemos hoy, ni siquiera las “calaveras” han resistido el cambio: métrica y sátira se han olvidado, solo persiste la rima consonante, en algunos casos–.
Quizás esto nos lleve a generar preguntas sin respuestas concretas: ¿qué es una tradición?, ¿cómo se nutre?, ¿cómo se fomenta sin cambios? Lo inmutable está condenado al exterminio, sólo lo que cambia persiste dice el poeta y lo sabe el creador con ínfulas de artista. Más allá de buscar respuestas uno debe de pensar en las influencias que son parte de las actividades que nos acompañan, pues quien esté libre de éstas que pase de largo y omita deshojar el primer tamal del mes.
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