Las causas de Lona Reyes

Arturo Lona Reyes, un 15 de agosto de 1952 fue ordenado sacerdote y 19 años después el Papa Paulo VI lo designó como Obispo de la diócesis de Tehuantepec

Arturo Lona Reyes, un 15 de agosto de 1952 fue ordenado sacerdote y 19 años después el Papa Paulo VI lo designó  como Obispo de la diócesis de Tehuantepec.

Aunque ya su identificación con una pastoral liberadora y comprometida con los pobres se había expresado desde antes de ser obispo sus principales sueños y logros por estas causas se empezaron a hacer realidad a partir de 1971 cuando el Obispado le abrió muchas puertas de filántropos y oficinas públicas para encauzar decenas de demandas y proyectos de pueblos zapotecos y zoques de la región.

Desde el inicio de su carrera sacerdotal, la educación y  formación integradora de los jóvenes  se convirtió en un propósito permanente: en Tamazunchale, San Luis Potosí, su primera parroquia, fundó la escuela “Fray Pedro de Gante” y dos años antes de trasladarse de la parroquia de Huejutla a la diócesis de Tehuantepec, participó con un grupo compacto de sacerdotes en la creación del Seminario Regional del Sureste (SERESURE) que tuvo su sede en Tehuacán, Puebla.

Ya como Obispo esta línea de trabajo se sostuvo y consolidó al impulsar y gestionar recursos para la creación de una Universidad Indígena en la zona mixe del Istmo y extender por los pueblos de la misma región 15 bachilleratos maristas. Pero este tipo de proyectos también llegaron a las regiones de la Costa  y Mixteca con el apoyo de instituciones educativas oficiales y la cooperación de autoridades municipales.

Y de la mano de los proyectos educativos caminaron otros vinculados a la salud comunitaria  y la  organización productiva, construcción y apertura de clínicas rurales y la creación de cooperativas de producción y comercialización del  ajonjolí y café, como las   Comunidades Campesinas en Camino (CCC) y la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI) que en el 2019 fue de las organizaciones más activas para que el Senado de la República le otorgara la medalla “Belisario Domínguez”.

No fue ningún secreto que buena parte del  éxito en sus gestiones   -como  Obispo y luego como párroco en Laguna, fue tocar directamente las puertas del Palacio de Gobierno o la Casa Oficial para lograr el apoyo de los gobernadores, desde Heladio Ramírez López, Diódoro Carrasco Altamirano y Gabino Cué, “sus amigos”,  hasta José Murat y el mismo Ulises Ruiz, con quienes mantuvo diferencias pero nunca al punto de la ruptura o la  confrontación. Y la convergencia  de estos apoyos materiales y económicos oficiales con el   esfuerzo de las propias comunidades, fueron las escuelas, universidades, cooperativas, clínicas y todo tipo de obras materiales para los pueblos del istmo.

Junto con el fallecido obispo de Chiapas, Samuel Ruiz, no dejó de expresar su simpatía con las demandas de los pueblos indígenas de esta entidad vecina. Y fue tal su cercanía que cuando Vicente Fox relevó a Ernesto Zedillo en la presidencia de la república se le propuso ser mediador para una reunión privada entre el presidente y el comandante Marcos, petición que fue rechazada por el Obispo Lona.

Toda esa labor pastoral y social  de la Opción Preferencial por los Pobres ( versión mexicana de la Teología de la Liberación) pregonada y practicada como Obispo  le granjeó enormes simpatías y apoyos de la feligresía católica y organismos defensores de derechos humanos, pero también rechazos de la jerarquía  conservadora como el Nuncio Jerónimo Prigione quien, en un intento por acallarlo le asignó como coadjutor del Obispado de Tehuantepec al padre Felipe Padilla; y tampoco faltaron las amenazas y atentados a su vida por parte de caciques priistas de la región del istmo como el  protagonizado por el tristemente célebre Rojo Altamirano.

Aunque originario de Aguascalientes, Lona Reyes no se cansó de decir que  era oaxaqueño por adopción. Y lo demostró con creces pues al cumplir los 75 años de edad y dejar en el año 2000 Obispado de Tehuantepec no se retiró a su casa, que tampoco la tuvo, porque solía alojarse en los conventos, casas parroquiales o en la casa de sus amigos, uno de ellos muy entrañable como Gerardo Garfias.  Dejó el cetro y el báculo, pero no la estola ni la sotana y sobre todo su compromiso y pasión por seguir sirviendo a Dios y a los indígenas desde dos “centros de operación”: Lagunas, Barrio de la Soledad, en donde la empresa cementera Cruz Azul le facilitaba un departamento,  y San Francisco la Paz, municipio de Santa María Chimalapas.

Entre el ir y venir  entre estos dos distantes  pueblos istmeños, viajar a otros pueblos de la región y la misma ciudad de Oaxaca, bregó el padre Obispo en los últimos 20 años pese a  la diabetes  e hipertensión que ya padecía. Y aún bajo esas condiciones adversas pudo levantar un pequeño templo  en San Francisco la Paz  y promover otros apoyos materiales a su gente, a los pobres.

“La fé nos lleva a la acción”, solía expresar. Y con esa convicción se mantuvo activo en plena pandemia.

Cuando el 28 de febrero del 2019 acudió al Palacio Nacional para reunirse en privado con el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, el mandatario twiteó: “Conversé con un auténtico cristiano”.

El 31 de octubre, un día antes de cumplir 95 años, nuestro padre obispo fue derrotado por el Covid-19. Descanse en paz. (Síntesis de lo publicado en Cuadernos de la Pandemia No.14, Oaxaca, Oax.)