OPINIÓN

Las Normales Rurales (I)
06/09/2025

Las Normales Rurales (I)

El libro de Luis Hernández Navarro "La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales" (Fondo de Cultura Económica, 2023), describe la esencia de las escuelas normales rurales; reconoce el valor de la educación rural mexicana, crítica y comunitaria; rescata las historias de vida de estudiantes y profesores que participaron en los más importantes movimientos sociales del siglo XX y principios del XXI; reivindica la figura de los maestros rurales, y explica el significado de los murales de las escuelas normales rurales.

Es un ejercicio de memoria histórica cuyo hilo narrativo concentra y divulga el esfuerzo y la vocación de maestros y maestras edificadores (Vicente Estrada Vega, Genaro Vázquez Rojas, Virgilio Gonzaga, Raúl Isidro Burgos, José Santos Valdés, Misael Núñez Acosta, Ezequiel Reyes Carrillo, Micaela Palacios, Enriqueta Palacios, María de la Luz Morales, Aristarco Aquino, Francisco Javier Acuña, Marcos José García, César Navarro (entre otros), material e ideológicamente, de las normales rurales. Sin ellos, el proyecto educativo no se hubiera convertido en punta de lanza de la educación laica para el campo y los campesinos, con el cual se pretendió avanzar en otras conquistas de la Revolución mexicana como el reparto agrario.

          Surgidas como un proyecto posrevolucionario, las normales rurales resistieron décadas de corporativismo, de corrupción del Estado mexicano que las creó y preservaron su papel transformador del ámbito rural, además de construir lazos de solidaridad e identidad distintas a la del nacionalismo revolucionario expresado, entre otras disciplinas, en los murales.

          Las normales rurales también incubaron el nacimiento de una comunidad participativa y democrática vinculada a la vida real y a los mejores medios para vivirla, la cual nutrió la lucha magisterial y las organizaciones políticas socialistas comprometidas con la transformación del entorno a través del trabajo, la movilización social e incluso la confrontación armada.

          Luis Hernández Navarro afirma que las normales rurales marchan a contracorriente. En un mundo en el que la educación se ha convertido en un negocio orientado a formar exclusivamente con criterios laborales, reproduciendo la segmentación entre ganadores y perdedores y el uso del saber como vehículo para perpetuar la desigualdad, los centros de formación de docentes para el campo apuestan por otra ruta. Una ruta en la que la cooperación estimule la conciencia de que necesitamos a los otros y fortalezca el sentido de comunidad.

          Y es que no hay que olvidar que las otrora escuelas regionales campesinas devinieron en normales rurales (la primera nació en Tacámbaro, Michoacán, el 22 de mayo de 1922, un año después de creada la SEP). Los maestros egresados de esas normales rurales, además de tener como misión alfabetizar un país con una población mayoritariamente campesina, debían ser, de acuerdo a las consignas gubernamentales de entonces, los promotores de su organización a partir de la lucha contra la superstición o el alcoholismo y fueron los encargados de promover hábitos de higiene, técnicas agrícolas, así como de difundir entre la población los símbolos de la nación y la historia de los héroes nacionales. Se pretendía de este modo integrar a la población indígena al proyecto nacional, modificando sus costumbres e inculcando los valores patrios.

          Aunque en sus comienzos las normales rurales contaron con el apoyo del Estado, con su acción social, los maestros rurales fueron perseguidos por los sectores más conservadores, que cuestionaron el hecho de que la religión no fuera incluida en su proyecto. Sus detractores las llamaron "escuelas del diablo", y los maestros sufrieron persecuciones y asesinatos durante la Guerra Cristera. "La madrugada del 26 de octubre de 1935 los cristeros le advirtieron (a la maestra María Rodríguez Murillo) que se fuera del pueblo; como no lo hizo, la violaron, la golpearon, la amarraron de los pies con una soga y la arrastraron a galope de caballo por el camino terregoso que lleva a la salida de Huiscolco (...) como ejemplo, para que los maestros rurales desistieran de impartir educación socialista". Asegura Luis Hernández Navarro que la violencia contra las normalistas y las maestras rurales se mantiene a lo largo de los años. (Pedagoga)




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