Lo más difícil no es encontrar una aguja en un pajar sino un pajar dentro de una aguja

Lo más difícil no es encontrar una aguja en un pajar sino un pajar dentro de una aguja

Asistimos, como era previsible, a la humana tentación de la burla y el escarnio de los vencedores hacia los derrotados. Los que ganaron no van a dejar tiempo para que los muertos políticos entierren a sus líderes también muertos en la contienda electoral,  porque están preparando su urgente venganza. Esperemos que esto dure poco, tanto como la también humana y natural compasión que casi siempre surge hacia el más débil después de ponerle la zancadilla. Ahora de lo que se trata es de derrotar juntos a la pobreza económica y moral que hemos padecido durante décadas y lo que más urge es resolver el problema de la corrupción, madre de todos los males, que lleva 80 años en la tétrica pizarra del mundo mexicano, sin que ningún profesor explique la solución. AMLO parece poseer la fórmula mágica. Pero contemplamos, con estupor, las profesiones y hábitos licenciosos de algunos de los elegidos en la mayoría ideológica que nos va a gobernar, y no nos sentimos representados en el esperpento, que contamina al resto de los buenos “morenos”, que sí tienen ganas de aplicar su esperanza para cambiar a México. En estas elecciones hemos descubierto dos cosas: que no nos gustan algunos de los que salen elegidos en las urnas y que nos encanta poder elegirlos. Hay que abrir el diálogo entre sordos, que no han querido oír el viento fresco del cambio que venía y que se convirtió en huracán, y arraso en las urnas, en apenas unas horas, con la parte más negra de nuestra historia. En todos los colectivos, y por supuesto en los partidos políticos, en todos, hay muchos dementes que casualmente son los que más gritan y con gran éxito consiguen que les sigan un respetable número de sus compañeros de creencias, pero al final siempre aparecen los cuerdos que consiguen centrar las situaciones y ponen en su lugar a los desquiciados. Confiemos en eso porque en Tabasco, y en México, necesitamos volver a la normalidad, a la calma después del tsunami. No sabemos si somos tan diferentes como proclamaban algunos ideólogos priistas tabasqueños, o somos distintos, pero quizás seamos tan inconfundibles como indiferentes. Buscar en Tabasco una respuesta unitaria es más difícil que buscar una aguja en un pajar, pero no hay que desanimarse, ya que lo verdaderamente dificultoso es encontrar un pajar dentro de una aguja. Las aguas bajan turbias y tenemos la esperanza de que ellas aclaren, porque el glorioso verano sigue amenazando lluvias y camuflándose de invierno y ni los calendarios son de fiar. Lo peor de nuestra clase política es que jamás haya ido a clase para aprender algo de lo que llamamos historia. Nadie mira atrás, al inmediato pasado. No quieren romperlo, pero se conforman con romper relaciones. Creo profundamente que el triunfo de AMLO, y de Adán Augusto López en nuestro estado, es una victoria para todos los que creemos que es mejor vivir juntos que llorar por separado. Las lágrimas no tienen clase social, ni militan en ningún instituto político. La cosa es que si aceptamos el que en esta etapa de nuestro estado, y de nuestro país, las mayorías aplastantes sirven para que aquí valga todo, entre todos no valdremos nada. Jamás he creído que cualquier tiempo pasado fuese mejor. Pero estos días que corren son especialmente inquietantes. Como nadie sabe a qué atenerse no nos atenemos a nada, y nos aferramos a lo que denomina el Presidente Electo Andrés Manuel López Obrador, como el mayor desafío de México en décadas.