López Obrador, el registro y el sueño; la sombra de Juárez, Madero y Cárdenas

López Obrador, el registro y el sueño; la sombra de Juárez, Madero y Cárdenas

Escala Crítica

López Obrador, el registro y el sueño; la sombra de Juárez, Madero y Cárdenas

*AMLO, por tercera ocasión, oficialmente candidato a la Presidencia

*Pasar a la historia o ganar las elecciones; de la ilusión al pragmatismo

*México: Estado de Derecho en mal estado, calificación internacional

Víctor M. Sámano Labastida

UN TANTO recordando aquella frase histórica de Martin Luther King, en el Monumento a Lincoln en Washington, el 28 de agosto de 1963, Andrés Manuel López Obrador, habló ayer de su sueño. “Tengo un sueño”, dijo Luther King. El tabasqueño, poco después de inscribirse oficialmente por tercera ocasión como candidato a la Presidencia, habló de su “sueño que quiero que se convierta en realidad”.

¿De qué sueños habló López Obrador? No fue uno, fueron varios.

“Un sueño que quiero (…) y una legítima ambición: quiero pasar a la historia como uno de los mejores presidentes de México”.

Otro, dijo, es que “los mexicanos podrán trabajar y aspirar a la felicidad, a ser felices, en donde nacieron, en donde están sus familiares, donde están sus costumbres, sus culturas. Quienes quieran emigrar, que lo hagan por gusto y no por necesidad”.

Su deseo explícito es colocarse “a la altura de Benito Juárez. Aspiro a estar a la altura de Francisco I. Madero, el apóstol de la democracia, y aspiro a estar a la altura del presidente popular y patriota, Lázaro Cárdenas del Río”.

EVITAR EL FRAUDE

LÓPEZ Obrador en efecto busca pasar a la historia. En vísperas de las elecciones del 2006, cuando un periodista holandés preguntó a este columnista si consideraba que López Obrador ganaría las votaciones, mi respuesta fue sencilla: más que ganar las elecciones, Andrés Manuel busca pasar a la historia. Quienes han estado cerca de él en los meses recientes aseguran que esta vez sí quiere obtener el triunfo en las votaciones…y está seguro de lograrlo.

Pero, el pero de siempre: afirman que obtendrá la Presidencia si sus adversarios no recurren al fraude electoral.  

Hablar de fraude electoral obliga a ser más específico. Es posible que la calificación sobre si existe o no tenga que limitarse, para los aspirantes a cualquier cargo, a los tres últimos días previos a las elecciones, a la propia jornada electoral y a la formalización de los resultados.

Los propios magistrados del tribunal dieron el mal ejemplo en los comicios del 2015: esperaron a que se dieran los resultados de una votación en la contienda por la alcaldía de Zacatecas para determinar que se anulaba el triunfo de una candidata…porque había cometido fraude con una campaña anticipada.

Esto quiere decir que si aquella candidata no hubiese ganado, quizá los magistrados hubiesen dado carpetazo a la denuncia. Lo mismo sucede con las elecciones: pueden ocurrir anomalías en todo el proceso, toleradas por unos y otros, pero es el resultado final lo que da elementos para calificar.

Antes de que concluya el mes comienzan las campañas para la Presidencia; en los días subsiguientes arrancarán las campañas para otros cargos federales y locales. Todavía se está a tiempo de que por lo menos ese periodo que va de las campañas a las votaciones y el conteo, se rija estrictamente por la legalidad y la justicia. Algo que no ha sucedido en varios casos hasta ahora donde la elástica interpretación ha sido la norma. 

LÍQUIDO O GASEOSO

NO FUNCIONA el Estado de Derecho. Necesitamos un efectivo Estado de Derecho. Piden respetar el Estado de derecho. Son expresiones que escuchamos frecuentemente. La más reciente, el reclamo de los empresarios para que los candidatos se comprometan expresamente a respetar el “Estado de Derecho”. Con justa razón se puede preguntar la gente común ¿de qué o de quien estamos hablando?

Porque para políticos y funcionarios como Enrique de la Madrid, a quien no podría calificarse de antisistema –es secretario de Turismo- tenemos un grave problema: “Hoy en día, lo que tenemos quebrado en México es el Estado de derecho; quebraron nuestras instituciones de justicia, seguridad y combate a la corrupción”, dijo a una pregunta sobre el enojo social en el país durante la conferencia “México, Potencia Turística” que organizó el Club de Industriales.

De acuerdo al secretariado de Naciones Unidas, el Estado de derecho puede definirse como “un principio de gobernanza en el que todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a leyes que se promulgan públicamente, se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos”.

Pero también, agrega “exige que se adopten medidas para garantizar el respeto de los principios de primacía de la ley, igualdad ante la ley, separación de poderes, participación en la adopción de decisiones, legalidad, no arbitrariedad, y transparencia procesal y legal”. Es, a lo que parece, un Estado ideal.

Pero entre los males, puede haberlos peores. Un reciente Índice de Estado de derecho 2017-2018, elaborado por el World Justice Project (WJP) coloca a México entre los peores evaluados en materia de aplicación de las leyes. Nuestro país está en la lista de reprobados con Bolivia, Honduras, Nicaragua y Guatemala. Venezuela ocupó el último lugar América Latina. El país mejor calificado en nuestro continente Uruguay, junto a Costa Rica y Chile.  El Índice del WJP se basa en más de 110,000 encuestas en hogares y 3,000 encuestas a expertos. Mide la percepción y experiencia de la población general en situaciones prácticas y cotidianas.

México se ubicó en la posición 92 del registro mundial, cuatro lugares más abajo que el año pasado. Obtuvo calificaciones negativas en casi todos los rubros como justicia penal, combate a la corrupción, gobierno transparente. Es un tema al que debe meterse el bisturí del análisis. (vmsamano@yahoo.com.mx)