Los charlatanes, la manta, la verdad y la mentira

Los charlatanes, la manta, la verdad y la mentira

Los charlatanes siempre han existido. Son bribones que con gran habilidad verbal logran venderle a incautos algún tipo de producto, remedio, elixir, negocio o ideología que, sin mayor esfuerzo, les quitará sus penas, aliviará sus dolores o los hará prósperos. Con el uso generalizado de internet y en especial las Redes Sociales, el mercado de la charlatanería, especialmente en la política, ha tenido un gran apogeo. Ha aumentado tanto la demanda como la oferta de soluciones simples a problemas complejos y en Tabasco, por las características especiales de nuestra población, simplemente hoy ya no podríamos vivir sin los chismes del “Facebook”. Además, por la situación económica decadente que padecemos desde hace años, y que no mejora, hay grandes grupos de personas que se sienten, con toda razón, agraviadas, frustradas y amenazadas por el futuro y encuentran en las Redes Sociales la manera de externar sus complejos, envolviéndolos en personalidades inexistentes creadas ex propósito, y este secreto es bien guardado por el formato. Ayer vimos una manta en un puente denunciando supuestamente una infidelidad que puede ser real o sospechada. No hay prueba alguna sino la percepción del ser vengativo. Quien la haya puesto esperaba que este acto fuera repetido miles de veces en cualquier soporte de internet y así fue. Posiblemente una o dos vidas ensuciadas para siempre, será el terrible balance que podrá ofrecer esa venganza que con toda seguridad se le revertirá a quien ha querido hacer todo el daño posible sin medir las consecuencias. Los embaucadores de hoy son, en esencia, similares a los que siempre han existido, solo que ahora disponen de tecnologías digitales que les dan inimaginables oportunidades. Son charlatanes digitales. Ahora los charlatanes digitales no solo hacen daño a las personas con nombres y apellidos sino que también operan a través de los famosos bots. Estos son programas que diseminan a través de las redes sociales millones de mensajes automáticos dirigidos a usuarios que han sido seleccionados porque tienen ciertas características: una determinada edad, sexo, raza, localización, educación, religión, clase social, preferencias políticas, hábitos de consumo, etcétera. Como todos los buenos charlatanes, los administradores de los bots saben identificar a las personas propensas a creerles. Una vez identificadas sus víctimas, los creadores de los bots les envían mensajes que confirman y refuerzan sus creencias, temores, simpatías y repudios. Los charlatanes digitales saben cómo estimular ciertas conductas en quienes reciben sus mensajes (votar por un candidato y difamar a su rival, apoyar a cierto grupo y atacar a otro, diseminar información falsa, unirse a un grupo, protestar, hacer donaciones, etcétera.) Todo esto apunta a una lamentable realidad: los seguidores de los charlatanes son tanto o más culpables que los charlatanes de que una sociedad apoye malas ideas, elija malos gobernantes o crea en sus mentiras. Con frecuencia los seguidores están irresponsablemente desinformados, son indolentes y están dispuestos a creer en cualquier propuesta que los seduzca, por más descabellada que sea. Esto tiene que cambiar. En los últimos tiempos le hemos hecho la vida demasiado fácil a los charlatanes y hemos sido muy benevolentes con sus seguidores. Hay que reconstruir la capacidad de la sociedad para diferenciar entre la verdad y la mentira.