Los efectos políticos del terremoto: una puerta abierta a la reinvención

Los efectos políticos del terremoto: una puerta abierta a la reinvención

El terremoto de la ciudad de México, -que sigue asolando a sus habitantes desconcertados por sus dimensiones que a pesar de estar a la vista no se había calibrado bien por el sock- ha sido múltiple. También ha removido conciencias y actitudes. Nadie se podía imaginar que los partidos políticos estuvieran conformes con que se les anularan sus prerrogativas (el dinero que el estado les ha concedido) para aportarlo a la reconstrucción. Seamos bien pensados y concedamos que esto no será abrir una puerta muy grande a la entrada de capitales de dudosa procedencia, y malas intenciones, en las campañas políticas.¡Que sea lo que Dios quiera!, dice la buena gente del pueblo, que yo no sé si es tan buena. ¿¡Qué será de todo esto!?, que dijo aquel poeta agonizante mientras se llevaba una mano al pecho. Ojalá lleguen a un acuerdo las grandes formaciones políticas para cerrar los pactos que se quedan siempre entreabiertos, mientras continúa la emergencia y lo que viene después que es el reinventarse como sociedad después de la terrible tragedia. Ya lo he escrito en varias ocasiones y es que llamaba Papini al dinero “estiércol del diablo”. Se refería al gran dinero, no al que ganan con desproporcionado esfuerzo la mayoría de los trabajadores, que ese no llega a estiércol y se queda en cagarruta. El poderoso caballero sigue siendo el amo del mundo. Otro escritor, el desdichado y arbitrario León Bloy, para vengarse de él, mejor dicho de su ausencia, nos dio una pista para indagar la opinión que Dios tiene del dinero: no hay que fijarse más que en la gente a quien se lo da en esa ofensiva abundancia. Uno, que ha conocido a muy pocos ricos de verdad, de esos que se pueden comprar un yate o un regidor sin preguntar el precio, está obligado a reconocer que tienen algunas virtudes que no pueden compartir con los menesterosos. Por ejemplo, socorrer a los partidos políticos que le conviene que manden, aunque sea sólo durante una temporada, pero cuanto más larga, mejor. Por eso se convierten en virtuosos de sus vicios y optan por el anonimato o firman sus donativos con pseudónimo, como esos escritores que prefieren pasar a la posteridad haciéndole absolutamente desconocidos varios nombres. A cual más sonoro.