OPINIÓN

Los hijos del pueblo: La nueva intelectualidad que está naciendo
19/07/2025

Un llamado urgente a la conciencia y la acción desde el sureste de México


Durante siglos, el conocimiento fue un privilegio. Las universidades eran templos vedados para los hijos de la clase trabajadora. Solo la élite pensaba, escribía, producía teoría. Solo ellos se permitían imaginar el mundo. Pero eso está cambiando, y hay que decirlo claro: los hijos del pueblo hemos llegado.

La lucha de clases ha logrado una victoria silenciosa pero profunda: llenar las aulas con jóvenes de origen popular, con hijos de obreros, campesinos, trabajadores de a pie que hoy portan libretas, libros y laptops. Ese acceso, que para otros parece natural, para nosotros es fruto de generaciones de lucha. No es un lujo: es una responsabilidad histórica.

Tenemos que dejar de vernos solo como estudiantes que aprueban materias. Somos mucho más: somos la nueva intelectualidad crítica de América Latina. Nos toca recuperar el sentido político del conocimiento, escribir desde nuestra experiencia y transformar con nuestras ideas la realidad que nos parió.

Pero escribir no significa solo narrar lo que duele. No basta con contar los problemas: tenemos que ir más allá, imaginar y escribir soluciones. Contemos lo que todos callan, por temor, por conformismo o por pereza. Hablemos de lo que nadie quiere nombrar. Si el silencio es cómplice, que nuestra voz sea rebelión.

Este es el momento de crear una nueva narrativa de la historia, una nueva perspectiva de nuestra sociedad. El momento de rescatar nuestra propia salvación frente a la propaganda y el contenido basura que nos rodea en cada pantalla. Nos venden distracción como libertad y olvido como progreso.

Somos, paradójicamente, la generación que más lee, pero también la más ignorante; la más preparada académicamente, pero la que menos está generando conocimiento. Los que menos oportunidades tienen, los que más trabajan y los que menos reciben. Somos a quienes más se nos exige, pero menos herramientas se nos han dejado a disposición.

Somos los que más sueñan, los que más se dan cuenta de todo… pero también los que menos están haciendo al respecto.

Hagamos historias de eso.

No tengamos miedo a decir lo que vivimos.

Digamos al mundo lo que sentimos, lo que anhelamos, lo que nos duele, lo que necesitamos.

Hagamos cultura real, útil, funcional, viva, para y por todos.

Lo que una vez fue exclusividad de las élites, hoy está en nuestras manos. Pero no basta con ocupar los espacios. Hay que dotarlos de contenido, crear pensamiento propio, generar acervo, levantar bibliotecas desde abajo. Como en el boom latinoamericano del siglo XX —pero ahora desde los márgenes— necesitamos una generación que narre nuestras luchas, nuestras comunidades, nuestras rabias, esperanzas y que plantee propuestas.

Es tiempo de escribir.

Es tiempo de contar lo que nunca se contó.

Es tiempo de darle voz a lo que siempre se silenció.

No somos los hijos del privilegio. Somos los hijos del pueblo. Y eso no nos debilita: nos compromete.

Nos toca imaginar el futuro desde nuestra trinchera cultural, con dignidad, con conciencia, con palabras afiladas como machete.

Que nuestras letras sean rebeldía, que nuestras ideas hagan historia.

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.”

— Eduardo Galeano

“Escribo para que el pueblo me lea, y si no me lee, para que por lo menos me escuche.”

— Roque Dalton

(*Militante de MORENA, de la dignidad y la solidaridad)




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