Los manjares de fin de año
Los manjares de fin de año
Con motivo de la temporada navideña y del final del año don Abdómero se despidió de todas las dietas que llevaba. Supo que la barriga habría de crecerle en tal manera que le estorbaría la vista de su parte de varón, de modo que le dijo cariñosamente: "Nos vemos en abril o mayo, linda". Y es que no se iba a privar de los ricos manjares propios de estos días: los sabrosos tamales; los levísimos buñuelos; el pavo tradicional; el bacalao; los romeritos; más la variada pastelería, repostería y dulcería, con los vinos y licores que acompañan el disfrute de todos esos manjares. ("¿De cuál bebida le sirvo?" -le preguntaban a don Abdómero. Respondía: "De la que tengas más"). Bien sabía el señor que el exceso en el comer podía acortarle la vida, pero argumentaba: "Más vale un año de chiles rellenos que dos de atole blanco". Y sostenía en materia de comer: "De lo bueno poco, y de lo poco mucho". A consecuencia de esas filosofías epicúreas la barriga se le abultó rápidamente. Cuando algún metomentodo de los que nunca faltan le decía: "¡Qué panza la tuya!", contestaba: "No es panza. Es callo sexual". Le había salido, explicaba, de tanto frotar su vientre con el de las damas. Una tarde el barrigudo caballero iba por el parque y se cruzó con dos señoras. Una le comentó a la otra: "¡Qué panza la de ese hombre! Si estuviera en una mujer yo diría que estaba embarazada". La oyó don Abdómero y le dijo: "Estuvo, señora. Y está". El próximo viernes daré a las prensas "Los tres chistes más pelados del año". Si los tórculos admiten esas tremendas badomías mis cuatro lectores podrán leerlas aquí el día mencionado. Un antiguo precepto de dialéctica -todos los preceptos son antiguos- postula que antes de discutir hay que definir. En mi caso debo definir antes de narrar. ¿Qué es un belduque? Es, en términos generales, un cuchillo. Hecha esa elemental definición puedo ya proceder a mi relato. El tío Laureano es uno de los más pintorescos personajes del norte de Coahuila. Sus hechos y sus dichos forman parte del rico anecdotario de mi estado natal. Cierto día iba con su esposa por la calle principal de su pueblo cuando al pasar frente a la plaza se toparon con un compadre que les preguntó dónde habían andado, pues una semana tenía ya sin verlos. "Fuimos a San Antonio Texas a una boda -le informó el tío-. Y ¡qué boda!". "¿Muchos invitados?" -inquirió el otro. "Calculo que más de 20 mil" -respondió el tío. El compadre, asombrado, aventuró: "Pos estaría muy grande el salón". Contestó don Laureano: "Como de aquella sierra a aquella otra". Nuevamente el compadre se sorprendió, y se preocupó la señora al oír las desaforadas hipérboles de su marido. Dijo el otro: "Ya me imagino el tamaño del pastel". Volvió el tío la mirada hacia el kiosco de la plaza, como para buscar un punto de comparación. Antes de que hablara le sugirió su esposa: "Tantéyate, Laureano, porque luego no vas a tener belduque pa' partirlo". Conocí muy de paso al sacerdote Alejandro Solalinde en la ceremonia en la cual se le entregó el Premio "José Pagés Llergo" junto con Carlos Slim, Víctor Trujillo (Brozo), otros personajes y yo de pilón, que ni personaje soy y que recibí la preciada presea no por mis merecimientos, sino por la generosidad de Beatriz Pagés Rebollar, esa extraordinaria mujer que tantas cosas buenas ha hecho por México. Ahora me entero de que el citado sacerdote ha dicho que ve rasgos de santidad en López 0brador, y que en alguna forma lo ha comparado con Jesucristo. En desmesura tan desmesurada no han incurrido ni aun los más rendidos cortesanos de AMLO. Por eso le digo al sacerdote en el lenguaje popular del norte: "Tantéyese, padrecito; tantéyese". FIN.