Día con día

Encuestas de ayer


El desorden que reina en las encuestas quedó de manifiesto ayer en dos diarios que publican sus propios números.

Según la edición de El Financiero, en una encuesta nacional telefónica levantada el 12-13 y el 26-27 de enero, la ventaja de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez se redujo de 22 a 16 puntos. La intención de voto para Claudia Sheinbaum resultó de 48 y la de Xóchitl Gálvez de 32.

Una diferencia de 16 puntos.

Ayer también, el diario El País publicó los datos de su encuestadora Enkoll, con una muestra de 834 viviendas, visitadas entre el 19 y el 22 de enero. Enkoll le da a Sheinbaum una preferencia bruta de 54% y a Gálvez de 27%.

Una diferencia de 27 puntos.

Los números de ambas encuestas son inconciliables, a menos que se diga que la diferencia está en el método, y que las encuestas de vivienda darán normalmente 27 puntos de ventaja para Sheinbaum, mientras las encuestas telefónicas nacionales le darán una ventaja de 16.

Las encuestadoras de El País y El Financiero están midiendo la misma elección con números distintos, inconciliables entre sí. Parecen retratar dos elecciones.

Según los números de El Financiero, estando abajo 16 puntos, Xóchitl Gálvez tendría que quitarle 8 puntos a Sheinbaum para empatar la contienda.

Según los números de El País, estando abajo 27 puntos, para acercarse a un empate Xóchitl Gálvez necesitaría ganar 13.5 puntos.

Los expertos podrán dar explicaciones convincentes de por qué estas divergencias. El hecho es que tenemos frente a nosotros dos retratos muy distintos de lo mismo.

Suponer que la verdad está en el promedio de las dos encuestas es una forma de desconfiar de ambas.

Después de todo, la demoscopía, que es el nombre elegante de las encuestas, es una disciplina que se presume basada en la exactitud científica de su método, tanto que advierten siempre que sus datos tienen un margen de error de 3 o de 5, según.

Divergencias tan amplias como las publicadas ayer confirman que la demoscopía ha perdido el rumbo frente a la política.

Las encuestas no dicen lo que está pasando con la precisión y el rigor que prometen y que necesitamos de ellas.