Los optimistas, los pesimistas y los dadivosos

Los optimistas, los pesimistas y los dadivosos

El mundo, como Tabasco con estos calores, se está convirtiendo en inhabitable y parece que nos proponemos que esta tendencia crezca. Parece como si deseáramos que todo vaya igual de mal, así en la tierra como en el mar ancho y grande. Hay piratas terrestres con un invisible parche en cada ojo, dispuestos a ser benévolos con los caimanes mientras persiguen implacablemente a los camellos que son los que tienen el agua en la joroba. No hay liquidez, no se mueve el dinero que está, existe, no es una entelequia. Las razones del porque se acumula y lo hacen inamovible son, por el momento, inescrutables aunque todo son sospechas bien fundadas. Por una parte, que es la que tenemos que pagar todos, el secretario de Hacienda, el licenciado Meade, se esfuerza por darnos ánimos y anuncia el fin de la crisis y nos habla a los enanos de “crecimiento sostenido”. Ojalá sea un vidente. Desdichadamente, las previsiones que nos dan nuestros bolsillos son distintas, y no porque nos guste el cine negro, sino porque vemos oscuro con claridad. Tememos que el cohecho, la prevaricación y la malversación sigan alentando el fraude ciudadano a Hacienda. ¿Cómo pueden ser tan opuestos los criterios de un funcionario y el de la gente decente, aunque nos sentemos en mesas separadas? ¿A quién le hacemos caso? Dicho de otra manera: ¿a qué carta quedarnos cuando la carta del restaurante ofrece un plato único? ¿Estamos en el fin de la crisis o en su continuación? A los mexicanos nos gustaría muchísimo que llevaran razón los optimistas, aunque según Flaubert, esa palabra sea uno de los sinónimos de tonto. Los optimistas piensan todos los viernes que sólo faltan dos días para que sea domingo, pero a los pesimistas les traen sin cuidado los calendarios y cuando alguien comenta que hace un día soleado y hermoso, apto para añorar no tener una novia formal, lo que se les ocurre siempre es decir eso de “ya lo pagaremos”. ¿Será que las urnas puedan solucionar esto? Por algo que quizá tampoco se nombre con la palabra azar, mucha gente adinerada se siente magnánima en épocas electorales. Después espera la recompensa, más IVA, pero no hay que quitar mérito a esos señores que antes han procurado quitarnos todo lo que teníamos. Se ha comprobado que la dadivosidad, que no es demasiado contagiosa, se propaga en épocas preelectorales.