Maestros que no leen, círculo vicioso en la educación

Leyendo algunas tesis sobre el tema de la lectura, y básicamente en sus modalidades de cómo acercarse a ella y de qué manera comprender un texto

Leyendo algunas tesis sobre el tema de la lectura, y básicamente en sus modalidades de cómo acercarse a ella y de qué manera comprender un texto, encontré algunas hipótesis que marcan ciertas salidas.

“Los problemas del estudiante universitario con la lectura. Un estudio de caso”, de Gilberto Fregoso, profesor de la universidad de Guadalajara, nos habla de lo urgente que es formar lectores, pero su recomendación es empezar con los docentes.

Serían ellos los primeros en aprender a hacer lecturas críticas y de investigación. Y falta, por supuesto, redireccionarlos a las expresiones orales y escritas.

La revista Este País  (01-01-12), en uno de sus artículos “¿Por qué es un problema la lectura?”, resalta que México no es un país de lectores porque no hay condiciones para ello, y el problema empieza en el sistema educativo.

Lo preocupante de los análisis literarios sobre la lectura es su inflamado lirismo y su acentuada ingenuidad, y el que hagan muy poca o ninguna inflexión sobre lo social y lo pedagógico, es decir sobre la realidad circundante de los lectores y los no lectores.

El ensayo subraya que el “problema de la lectura” en México, y en muchos otros países, no es otro que un problema de educación; particularmente de una educación que tiene como propósito “arraigar ideas definitivas” en vez de favorecer una independencia de criterio. Y este problema educativo entronca, por supuesto, con las peculiaridades de un sistema político y económico que, en su pragmatismo tecnocrático, conspira de manera natural contra la cultura y las humanidades.

Bertrand Russell señala: “A nada conduce, al enseñar literatura lo mismo a pequeños que a mayores, el que aprendan las fechas de los autores, los nombres de sus obras, etc.

Lo que se puede hallar en un manual no tiene valor. Lo que sí lo tiene es familiarizarse con algunos trozos de buena literatura, de modo que tal familiaridad influya no sólo al estilo, sino al pensamiento”.

Y es lo que en primera instancia necesita un docente. No es la memoria sino el sentir, la identificación con ese pasaje literario que hace reflexionar, llorar, reír, gozar e imaginar.

Lo más básico es buscar el sentido de nuestro entorno desde cualquier ángulo, porque lo que nos rodea influye en nosotros.

Quizás los profesores tendrían que releer a Paulo Freire, Ivan Illich, Vigotsky y Noam Chomsky, entre otros, para encontrar esa libertad y humanidad, luego transmitirla a sus alumnos.

En el caso de la lectura en México, éste es, por desgracia, casi el único procedimiento con el que funciona el sistema educativo. Obliga a leer, desde una disciplina externa, aquello que los estudiantes aborrecen, y no les concede prácticamente alternativas para que leer tenga un sentido de gozo, aventura, descubrimiento, identidad y pertenencia.

Como resultado se tienen niños que se aburren, se confunden y se perturban, porque faltan esas experiencias vivas.

Al llegar a la universidad, y con estas cualidades desde los primeros años de estudio, los alumnos no pueden cruzar la línea para convertirse en críticos. Es un círculo vicioso, donde el primero que debería romperlo es el maestro.

PARÉNTESIS

La estación La Voz de los Chontales, en Nacajuca, al fin cobró vida después de 30 años. En esta administración se rompió el silencio. Se trata de un compromiso del presidente Andrés Manuel López Obrador. Con una inversión de 1.8 millones de pesos, Pemex rehabilitó las instalaciones que será operada por el INPI. La empresa petrolera contribuye a ampliar los horizontes de difusión de las lenguas indígenas y según nos cuentan hay muchos otros proyectos para este sector por parte de la petrolera. (kundera_w@hotmail.com