OPINIÓN

Mario Cerino, de la tribu de los mandarines
29/09/2025

La soledad sonora del lector: elogio a Mario Cerino

Mario Cerino es un jalpaneco y lo conocí como discípulo de Lácides García Detjen, hace años; además, desde entonces lo recuerdo como un lector y un hombre dedicado con minuciosidad a sus asuntos; de allí que no me sorprendió que por su inteligencia y sus conocimientos ganó en concurso una plaza federal para ser miembro de un instituto educativo que el anterior gobierno desapareció; lo dirigía la Dra. Silvia Schmelkes. Ella escribió un libro sobre la educación primaria, que por obligación leí, y me dejó fascinado...pues me hizo comprender parte de mi vida personal y me enseñó el concepto de mutante cultural.

De allí que no me sorprendió del todo que Mario fundara una editorial a la que nombró Bibliófagos, y ya estén en circulación algunos de sus títulos; su sede está en Jalpa y no en Villahermosa, lo cual rompe con el centralismo cultural; también, y me gusta mucho su actitud que Mario no espera que el gobierno le edite, es decir, le pague los libros, sino él busca los fondos y edita. Eso es una alta magia de la motivación que otorgan los libros, es decir, la cultura. Remarco un asunto: la verdadera cultura la hacemos los individuos, no los gobiernos. La motivación de los libros solo la conocemos y la podemos sentir quienes amamos y sentimos gusto y pasión por los libros y la lectura; quienes son ajenos a esta pasión que es una felicidad que no termina nunca cumplen muy bien la reflexión borgiana que dice: "Si no te gusta un libro, no lo leas; si no te gusta leer, no lo hagas. La lectura no es una moda, es una forma de felicidad y no debe obligarse a nadie a ser feliz."

Con el tiempo la experiencia personal deviene en que no vale la pena esforzarse por invitar a la gente que conocemos a leer: si no tienen interés ni vocación para conocer este tipo excelso de felicidad, no hay que insistir, pues simplemente, no merecen ser felices. Sin embargo, Mario conserva el impulso de insistir, invitar, promocionar la lectura. Eso me gusta en él; en mí sería ingenuidad pues todavía tengo tanto que aprender que ya no puedo perder tiempo, pues entré de lleno a la adolescencia de mi edad madura, o como dice un viejo maestro, soy ya un viejo precoz.

Para escribir este elogio de Mario y su editorial volví a leer la Carta de Amor a la Lectura de George Steiner. Es maravillosa. Está escrita para Alberto Manguel y su Historia de la lectura. De entrada nos dice algo en lo que nunca reparamos: leer, como acto cognoscitivo, es un acto muy especializado. Un lector de verdad y de naturaleza lee por placer y por curiosidad intelectual, afán de conocimiento, por anhelo de construcción de interioridad, sí, aquello que Cicerón nombró como servus intimus, y que significa que nuestro único amo somos nosotros mismos. La mayoría lee por utilitarismo y propósito inmediato.  Leen sin amor, de allí que las universidades estén arrojando tantos analfabetas funcionales y la tecnología informática tenga un poder inusitado, pero al final de todo, volveremos al libro, porque en él radica el espíritu humano, y sin la alta expresión del Espíritu todo es accesorio, inicuo, sin sentido y prescindible.

Mario Cerino edita libros porque cumple el propósito de Flaubert: es un poseído por el libro. Estar poseído por el venturoso espíritu del libro es una belleza que nos protege  del abandono; nos abastece, valga la paradoja, de una soledad sonora que nunca nos hace sentir solos: con un libro en la mochila me apoltrono en una silla mullida en cualquier Starbucks y en silencio otorgo claridad a cualquier espejo gris de la soledad y dialogo con una multitud de personas y voces. El libro se vuelve, entonces, un objeto mágico. ¡No exagero! Tal magia solo es para los que amamos los libros y permitimos que su magia nos envuelva; aquellos exentos del libro, no entienden lo que digo, dado que también es de sentir, es asunto de alta sensibilidad.

Dice George Steiner que "Es difícil saber si el libro sobrevivirá y por cuánto tiempo, pero esa pregunta es absolutamente fascinante."

El punto importante de mi texto es que G. Steiner al hablar de Mangel lo nombra como miembro  de la selecta "tribu de los mandarines" que han hecho del estudio del libro, su edición, su colección y su vastísimo conocimiento,  una autoridad. Simone de Beauvoir tituló una de sus grandes novelas "Los mandarines". Los mandarines, también eran los altos funcionarios de la China clásica y eran escogidos por su inteligencia y destreza como letrados. Con la creación de la editorial Bibliófagos, Mario Cerino, se ha convertido ya en un mandarín del mundo y de esa pequeña ciudad, Jalpa. Crear libros da esa autoridad. Larga vida a su esfuerzo.




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