Más que debate se impuso el “show” con insultos e improperios

Más que debate se impuso el “show” con insultos e improperios

Una descripción breve de lo que a mi juicio paso en el segundo debate presidencial, pudiera ser la siguiente: Apareció el brillante José Antonio Meade, que estaba desaparecido, se destapó en cadena nacional y en público el Andrés Manuel López Obrador rijoso, que los tabasqueños conocemos bien, y Ricardo Anaya se confirmó como el que sabe que botón presionar para desquiciarlo. El Bronco en su papel; divertido, irreverente y ocurrente. Se confirma que los debates son todo menos eso, confrontación de argumentos. Las ideas y propuestas fueron escasas, porque todo estaba pensado para el show televisivo. Los insultos abonaron al rating y al share y lograron divertirnos como cuando observamos a los niños reñir sin que la sangre llegue al río. Meade logró superar, con creces, sus expectativas, demostrando que dominaba mucho más que sus contrincantes, los temas que se pusieron sobre la mesa. Lo que habrá que ver en los próximos días es cuanto rédito le ha dado su evidente preparación sobre asuntos internacionales y económicos. También está por verse si la salida de tono de López Obrador, su agresividad contra Anaya, no le quita posibilidades de sumar a los indecisos, que al final era de lo que se trataba en este segundo debate. Anaya, no hay duda, le puso nervioso al que parece ser el puntero en las encuestas y eso, en sí mismo, no es poco. A juzgar por las miradas de odio que AMLO le lanzaba a El Bronco puede que tenga muchos problemas si gana las elecciones el primero. López Obrador fue el más criticado y técnicamente el perdedor del debate, porque sus lagunas y silencios, y el recurrente agarrarse de dos o tres conceptos ya muy manidos, sin responder a las preguntas ni plantear de forma medianamente entendible sus posiciones sobre una u otra cosa, le desinflaron ante la opinión pública que no está entregada a su proyecto, es decir los que todavía no tienen decidido su voto. Pero como AMLO llegaba con unos números muy altos en las preferencias no está claro que su evidente desconocimiento de los temas que se trataban le vaya a afectar. Las encuestas nos dirán en esta semana quien ganó y quien perdió, pero lo que me queda claro es que ayer se vieron los cuatro candidatos como son realmente. De poco sirvieron las clases de actuación que seguramente tomaron de forma apresurada los candidatos. Ayer fueron hombres reales, con sus actitudes y formas de ser cotidianas, y ahí es donde ganamos los electores porque ahora sí tenemos materia para formarnos una verdadera opinión de a quien le vamos a entregar el timón de este país. Quedan todavía cinco largas semanas de campaña y por tanto no hay nada para nadie todavía. AMLO sabe, por experiencia propia, que “del plato a la boca se cae la sopa”. Ya son tres veces que se presenta y las tres tuvo las encuestas a su favor al principio de la campaña y en las dos anteriores lo tiró todo por la borda al sacar a relucir su mal carácter y su intolerancia. La duda es si en esta tercera hará lo mismo o sabrá contenerse. En el segundo debate ya dejó sacar la cabeza a ese enemigo acérrimo de Andrés Manuel que es Andrés Manuel.