Mis cartas sobre la mesa

De que en el régimen neoliberal se borró la línea divisoria entre política y delito

Ante el poder autoritario, ante el poder corrupto, ante el poder que -en nombre de una élite rapaz que mandaba sobre él- pretendía someternos, yo -junto a muchas y muchos más- me planté siempre. 

 Ante el poder emanado de la voluntad mayoritaria de las y los ciudadanos, expresada en elecciones libres y auténticas como lo manda la Constitución, yo me rindo, lo respeto, lo respaldo y lo defiendo con mis escritos, mis palabras y mis actos.

 Desde que Felipe Calderón, en complicidad con Vicente Fox, se robó la Presidencia y, por órdenes de Washington y en la búsqueda de una legitimidad de la que de origen carecía, nos impuso una guerra tan sangrienta como inútil, alcé la voz, en este mismo medio, en la red y en las calles, para denunciar esa cadena de crímenes. 

Que costaría décadas detener la espiral de violencia, que las heridas que la cruzada de Calderón abriría tardarían décadas en cerrar, lo advertí desde muy temprano. Pagaremos, pagarán con sangre varias generaciones de mexicanas y mexicanos, dije entonces y así -desgraciadamente- ha sucedido. 

Que el discurso del odio y el miedo, dos caras de la misma moneda, que la promesa de mano dura de Calderón y su orden expresa de exterminar a los presuntos delincuentes sin andarse con miramientos ni respeto por los derechos humanos, llevarían al país a un proceso acelerado de descomposición también lo dije. 

Maldigo, afirmé entonces y lo sostengo ahora y con más fuerza al ver la impunidad y el descaro con el que se mueve Calderón, a aquellos que sin pisar jamás el frente de guerra ni correr ningún riesgo, mandan a otros -como él lo hacía- a matar y a morir enarbolando una bandera manchada con sangre inocente mientras se llenan los bolsillos con dinero del pueblo.

¿Y cuándo a Enrique Peña Nieto le compraron la Presidencia? 

También alcé la voz. Ese hombre, dije entonces, me hacía pensar en Hannah Arendt y su ensayo “Eichmann en Jerusalén”. 

Este hombre banal, afirmé en todos los foros a los que tuve acceso, derramará más sangre y causará más dolor a nuestra patria. La guerra, dije, será sólo la coartada para consumar el saqueo de la nación.

De que en el régimen neoliberal se borró la línea divisoria entre política y delito, que capos del narco y funcionarios y gobernantes corruptos se volvieron una y la misma cosa, dan fe las inmensas fortunas de exsecretarios de Estado, exgobernadores y expresidentes. 

A tal grado de cinismo llegaron que Genaro García Luna, el hombre más cercano a Calderón, el responsable de la conducción de su guerra contra el narco, está en la cárcel en Nueva York acusado de trabajar para el cártel de Sinaloa.

¿Y mientras se engendraba el huevo de la serpiente? 

¿Y mientras el Estado perpetraba los crímenes más atroces y aceitaba con sangre y más sangre el conflicto, dónde estaban esos que hoy se dicen paladines y mártires de la libertad de expresión? 

¿Dónde estaban las y los que se hoy "plantan valientes" -sin encararlo- frente a un presidente que tiene la osadía de ejercer su derecho a decirles sus verdades cuando mienten? 

Estaban ahí, sumisos y cooperando con ese régimen criminal, o bien sancionando con su silencio ominoso y cómplice la masacre y el saqueo; actos que hoy se empeñan en negar.

Yo, por mi parte pongo, otra vez, mis cartas -que son las mismas- sobre la mesa:

Si para sacar del poder a los asesinos y corruptos que nos gobernaban, en un acto de insumisión compartido con 30 millones de compatriotas, alcé de la voz en 2018, he de alzarla las veces que sea necesario para impedir que vuelvan. 

Para que no haya ni perdón ni olvido y paguen por sus crímenes. Para respaldar y defender al gobierno democrático por el que voté y la transformación por la que, al lado de tantas y tantos más, he luchado toda mi vida.

 @epigmenioibarra