Mitos, democracia y participación ciudadana

Mitos, democracia y participación ciudadana

México es un país de mitos en torno a los presidenciables que pudieron ser. Luis Donaldo Colosio Murrieta, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y en años más recientes  Andrés Manuel López Obrador. Cada uno en su momento ha sido objeto de conjeturas y fabulaciones de una buena parte de los ciudadanos.

Colosio, el más trágico de los casos, conmocionó a los mexicanos cuando fue víctima de lo que se considera un magnicidio: el asesinato del candidato a la presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en aquellos años en que era casi garantía llegar al puesto.

Fue muy frustrante para quienes vivieron el momento y veían con simpatía a un candidato que reconoció abiertamente que las reformas neoliberales de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari habían dejado a un México “con hambre y sed de justicia”.

El caso de Cuauhtémoc Cárdenas, fue menos violento, pero también dramático, es reconocido como el momento fundacional de la democracia moderna en nuestro país. Aquellos años de lucha contra un sistema empecinado en no ver y no oír las demandas de las mayorías; pero que coadyuvó para abrir la brecha a la construcción de lo que hoy es un sistema de partido plural y dinámico.

Aquellas urnas de la elección de 1988, esas actas que se ocultaron primero del escrutinio público, y luego fueron quemadas, a pesar de la oposición de varios diputados federales y miles de ciudadanos, se han vuelto documentos míticos. Acontecimientos que dejaron frases y que forman parte de la cultura popular, como testimonio de la ocasión en que “se cayó el sistema”.

Tan lamentable como cierto, el moderno sistema democrático se fundó sobre la frustración de las aspiraciones de miles de mexicanos que sumaron sus esperanzas a  cambios que no sucedieron. Así continuó, a juicio de muchos, en las elecciones de 2006 y 2012 con López Obrador.