Morena y la democracia

A los partidos políticos del país eso de la democracia nada más no se les da, ni siquiera a Morena que en pocos años logró un triunfo histórico en las elecciones de julio de 2018

A los partidos políticos del país eso de la democracia nada más no se les da, ni siquiera a Morena que en pocos años logró un triunfo histórico en las elecciones de julio de 2018, más por el liderazgo del hoy presidente AMLO que por la fortaleza de su estructura y los métodos de selección de sus candidatos.

El referente histórico de un partido hegemónico, el PRI, y un presidencialismo autoritario nos enseñó que la mejor forma de elegir a los dirigentes partidarios y a los candidatos era el “dedazo”. Cuando Carlos A. Madrazo Becerra fue nombrado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz como dirigente nacional del PRI a finales de 1964, su propuesta de democratizar al partido a través de elecciones directas y secretas de sus dirigentes y candidatos, ofreció demasiadas resistencias en su interior al momento de ponerlas en práctica, provocando su renuncia antes de concluir el primer año de su gestión.

Con la crisis de la deuda encima y el malestar generado por la “docena trágica” (sexenios de Luis Echevarría y Joe López Portillo), el PRI hizo un nuevo intento democrático en 1984 para elegir a sus candidatos mediante “consultas a la Base”, pero no funcionó. Finalmente, en el 2002 se hace otro intento para elegir a la dirigencia nacional del PRI, apareciendo las malas mañas de Roberto Madrazo para obtener un triunfo fraudulento.

Los partidos de izquierda no han sido la excepción, prueba de ello son las corrientes (“tribus”) del PRD, que se daban con todo en cada elección interna. Si recordamos, la última escisión importante de este partido fue la del hoy presidente AMLO luego de la elección federal de 2012, para formar Morena.

Quizá el PAN es el único partido que ha podido celebrar procesos electivos internos sin mayores problemas debido a su escasa y elitista membresía. Aunque una vez que alcanzó la presidencia con Vicente Fox, les salió el cobre y los conflictos divisorios emergieron en un santiamén.

La falta de una cultura democrática en el país y en especial al interior de los partidos políticos, ha sido una fuente de intensas confrontaciones que en lugar de cohesionarlos los divide y los debilita. Se pude decir que esto es un subproducto de las elecciones constitucionales y el cúmulo de vicios creados por el poder político y el dinero para manipular la voluntad popular.

Surgieron entonces las candidaturas de unidad, las encuestas y hasta la tómbola, pero nada que se parezca a un proceso realmente democrático.

En descargo de este elocuente fracaso democrático, se puede decir que la mayoría de los partidos políticos en Latinoamérica y en otras partes del mundo padecen de la misma enfermedad. Tal vez por ello el descrédito de los partidos políticos ha sido cada vez mayor.

Por eso una de las tareas esenciales de la izquierda encabezada por Morena es perfeccionar los cauces democráticos del país como parte del proceso transformador que realiza el presidente AMLO. Dar el salto cualitativo de la democracia formal que nos igual a todos como ciudadanos a la democracia sustantiva que nos dirige a una sociedad más igualitaria. Los programas sociales y el incremento de los salarios mínimos implementados por la 4T van en ese sentido, pero aún son muy limitados.

Dada la confrontación por la dirigencia nacional del partido, por mandato de las autoridades electorales, Morena deberá de aplicar una encuesta abierta a la ciudadanía. De ahí que la nueva dirigencia está obligada a trabajar con creatividad y mucha energía para poner orden antes de entrar a la lógica de las candidaturas para las elecciones de 2021. Quizá las encuestas sean lo mejor para evitar desprendimientos y divisiones, pero podría ir ensayando algunos métodos de selección de candidatos que permitan una participación directa y secreta de sus militantes.

Morena debe trascender en términos democráticos, políticos, sociales y culturales, las acciones implementadas por el presidente AMLO para sentar las bases de la 4T en un ambiente complejo y difícil, agravado por la pandemia del Covid-19. Morena no puede solo jugar el papel de maquinaria político electoral que ha distanciado a los otros partidos de la ciudadanía, sino constituirse en una izquierda progresista que perfeccione la democracia representativa y avance en la democracia sustantiva con el objeto de materializar las demandas económicas y sociales de las mayorías empobrecidas por el modelo neoliberal.

De ahí la importancia de construir una plataforma electoral de gran aliento para 2021, con una economía incluyente que genere bienestar para todos, con instituciones de protección social bien consolidadas que ofrezcan servicios de salud, educación y obra pública de calidad, así como un ingreso básico universal, entre otros, para lo cual es indispensable cobrar más impuestos a los ricos.

A los potenciales electores debe de quedarles claro que Morena es un partido de izquierda progresista, cuyo superior objetivo es alcanzar una sociedad más igualitaria en un clima de plenas libertades.