Mujeres por cuenta propia
Vivir por cuenta propia y ser económicamente independiente le ha sido muy difícil a las mujeres a lo largo de la historia
Vivir por cuenta propia y ser económicamente independiente le ha sido muy difícil a las mujeres a lo largo de la historia. Hace siglos a miles de ellas les costó hasta la vida. Hoy es exagerado, reprobable e ilegal que a una persona se le prive de la vida por esto, pero en el pasado se ejecutó a muchas mujeres acusadas de brujas por vivir solas, tener un negocio propio y disfrutar de su sexualidad.
En la Edad Media, en Europa, el consumo de cerveza se popularizó debido a que por su proceso de fabricación era una bebida potable, a diferencia del agua corriente de la que se disponía. Algunas mujeres se especializaron en la producción de cerveza y anunciaban que ya tenían disponible la bebida para su venta al colocar una escoba en el techo, de modo que fuera visible desde la calle.
Este y otros elementos se fueron sumando para darle forma al estereotipo de la bruja que conocemos: los gatos que tenían en las tabernas para combatir las ratas, el sobrero puntiagudo que empezaron a usar como estrategia de publicidad para sobresalir entre los vendedores. El caldero y los embrujos derivaron de sus conocimientos sobre preparaciones con yerbas, que usaban para sanar enfermedades o también para darse placer a sí mismas con ungüentos que se frotaban con palos o bastones. De aquí el mito de que las brujas “vuelan” en su escoba.
Algunas estimaciones sostienen que unas 50 mil mujeres murieron en la hoguera acusadas de brujas, otras señalan que pudieron ser muchas más. Acusar de bruja a una mujer que gestionaba una taberna propia era un modo sencillo que otros taberneros tenían para librarse de esa competencia.
Hoy las mujeres no se enfrentan a la muerte, pero a muchos les parece poco “natural” o hasta maligno que haya mujeres que aspiren a trabajar sin formar una familia. Al mismo tiempo, las que son madres ven que sus oportunidades de empleo se ven limitadas por sus obligaciones de atención a la familia, debido a que los padres de sus hijos no asumen la responsabilidad que les toca.
De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, para el primer trimestre de este año la población económicamente activa en México fue de 32.5 millones de hombres y 22.9 millones de mujeres, lo que contrasta con la realidad de que en el país son más mujeres que hombres por una diferencia de más de 4 millones de personas.
Mientras que 76 de cada 100 hombres en edad de trabajar lo hacen, solo 44 de cada 100 mujeres mayores de 15 años tienen un trabajo. Entre las razones que ellas reportan para no estar disponibles para trabajar (aunque quisieran) destacan sus obligaciones con su familia. Obligaciones que no afectan de igual modo a los hombres cuando se trata del acceso al trabajo económicamente estable y bien remunerado.
Si bien ya no huyen de acusaciones infundadas, las mujeres que son madres tienen más difícil lograr la estabilidad económica en sus trabajos porque se ven orilladas a buscar empleos con mayor flexibilidad para asumir también la carga del hogar, lo que a muchas las condena a la informalidad, con la carencia de seguridad social y servicios médicos que conlleva.
El temor a la precariedad es uno de los motivos principales por los que muchas mujeres jóvenes se niegan actualmente a la maternidad, lo cual probablemente no cambiará mientras la carga de los hijos no se reparta de forma más equitativa con los hombres y no se apliquen políticas de apoyo a las madres trabajadoras. Basta constatar que rara vez en los centros de trabajo se cumple la obligación de dar dos descansos de media hora a las mujeres que amamantan para que puedan alimentar a sus hijos.