Niños en renta ¿rentabilidad política?
Dejo la sugerencia para la reflexión
Cada vez que en una noticia en los medios de comunicación o en las redes sociales aparecen vinculados los conceptos “política y niños”, se genera una agria reacción sobre el uso y explotación de los más pequeños.
Resulta que un gobernador del norte y su esposa "adoptaron" por un fin de semana a un bebé con discapacidad. La pareja anunció la decisión a través de sus cuentas oficiales de Instagram y durante las siguientes horas compartieron muchas historias de su convivencia con el menor.
Los cuestionamientos en redes sociales no se hicieron esperar y la Comisión Estatal de los Derechos Humanos inició una queja de oficio para conocer detalles del procedimiento aplicado por el sistema DIF.
El hecho provoca resquemor. Me recuerda la historia de Gerhard Bartels, el niño que Hitler usó como recurso de propaganda para una campaña nazi que buscaba la adopción de niños arios.
A menudo encontramos personajes en la vida pública -ya sea del medio del espectáculo o de la política- que toman decisiones con pintas de involución, porque nos remiten a las culturas clásicas en las que los niños eran objeto de un trato arbitrario y de total sometimiento a la voluntad del padre, de la madre o de cualquier otro adulto.
Pero hoy estamos en el siglo XXI, y con tales actitudes se transgrede la “Convención sobre los Derechos del Niño” que establece normas mínimas para protegerlos en todas las circunstancias.
Se viola la “Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes” que prohíbe en sus artículos 68 y 80 la difusión de imágenes de infantes.
Además, se infringe el “Decálogo de publicidad e infancia” que emitió la UNICEF, el cual señala en uno de sus puntos que la utilización de niños, niñas y adolescentes en publicidad o con fines mediáticos debe ser extremadamente cuidada y respetar las particularidades de cada etapa de su desarrollo. La razón es sencilla: los niños y adolescentes pueden ser más vulnerables a la explotación y al abuso que los adultos y, por lo tanto, requieren protección.
Utilizar a los niños como objetos para alcanzar ciertos fines no solo vulnera su dignidad e integridad; también revela de qué principios sólidos gozan como seres humanos quienes se aprovechan de su incapacidad para interpelar al mundo, buscando a toda costa revitalizar una sociedad “adulto-céntrica”.
A los políticos que deliberadamente explotan a los menores para promocionarse y satisfacer sus intereses, bien les valdría leer la novela “Donde mueren los payasos”, del escritor colombiano Luis Noriega.
Entre otras cosas, la obra aborda el tema de políticos que no saben que son payasos y payasos que quisieran hacer carrera política. Aun siendo una pieza cómica que echa mano de la exageración y la parodia, desvela el modo de actuar de una colección de farsantes, cuyo verdadero propósito es adquirir renombre como artistas del espectáculo, en un pueblo al que siempre le hará falta el circo, sobre todo cuando carece de pan.
Dejo la sugerencia para la reflexión.