Escribe cartas

Le retumbaban y le hacían imposible el despertar. Lo cierto es que estaba con los ojos abiertos, dormido.

ESCUCHABA VOCES. No sabía si estaba en sueños o en la locura. No sabía si venían del bosque, de la noche o del subsuelo. No sabía si esas voces eran reales o ficticias. Le retumbaban y le hacían imposible el despertar. Lo cierto es que estaba con los ojos abiertos, dormido.

ESCRIBE CARTAS. Incluso a Dios que no lee. Incluso al Diablo, que no existe, y si existiera no le importas. Escribir como práctica te ordena el pensamiento, como ordenar una casa, un templo. Lee cartas, inclusive las tuyas. Esas que quedaron en un cajón y nunca enviaste. O relee las que recibiste y tienes guardadas con un listón amarillo, como perdidas, de un tiempo ido.

ESCRIBE CARTAS. Y cuenta de tus dichas, no de tus desdichas. Cada quien tiene las propias desdichas y no quiere repetir su dolor en el espejo de los otros. En cambio las dichas se leen como producto de la imaginación, como esperanza de los tiempos por venir. Lo que se escribe en las cartas es un fluir de emociones en palabras. Es la nostalgia en carne viva. Es el amor en el fuego calcinante. Es la dicha entre la zozobra. Es la esperanza abandonada en un rincón de la estación del tren. Lo que se escribe es la huella del paso del ser humano.

ESCRIBE A DIOS aunque no exista, por si las dudas. Dile lo que ya sabe, pero le encanta leer sus aventuras como si fueran de otros dioses. Hazle reír. Dicen que los dioses no ríen porque están ocupados en mover los hilos del mundo. Eso dicen. Pero yo lo he visto reír: en la alegría del niño pobre; en la casa alquilada de las familias pobres cuando se abrazan y cantan.

ESCRIBE CARTAS A TI MISMO. Y cuéntate de lo que ya sabes, pero ponle elegancia a los enunciados. Cuentéate cosas sencillas que poco a poco olvidas. Cuenta de tu pasión por la vida. Y de tu eterno amor con la tierra. Escribe cartas a tu madre. Y léelas en voz alta. Ella te escucha aunque no la mires. Ella las espera siempre. Y ríe cuando tú ríes y se apesadumbra cuando tus caídas y preocupaciones.

ESCRIBE CARTAS A TU PADRE. Dile que mira él con tus ojos. Que todos los sentidos tuyos están a su servicio. Que aún el instinto de conservación lleva sus huellas. Que tu sonrisa y guiño es la impronta de él en el futuro. Hay pocos modos de ser y el mayor es el ejercicio de la palabra. Las palabras llevan viento y sudor. Llevan el ligero lastre de la esperanza. La mirada perdida del escepticismo. Las palabras son tu fotografía y huellas digitales. Escribe cartas.

A CAPERUCITA Y AL LOBO. A los cochinitos. Al flautista de Hamelin. A la triada. Al Romeo y Julieta. Al cometa de la infancia. Al trauma. A la del primer beso. A la que te enseñó el interior de su alma una tarde de verano y perdiste la inocencia. No cambiarás el sentido de los cuentos y los mitos. No cambiará el pasado ni acomodará las cartas del futuro. No esperes respuesta de las cartas.

ESCRIBE A LOS OBREROS DE SIEMPRE. Al hacedor de nubes y canciones. Al payaso que te hizo reír en la escuela cuando no tenías para la entrada y tu maestra (escribe a tu maestra) te dio entrada tomándote de la mano como su hijo. A la mariposa monarca. Y a los grillos y demás que encontraban la muerte en el radiador de los autos y más no existen.

ESCRIBE CARTAS A LA MUJER barbuda del circo. Al hombre bala. A la niña que vendía palomitas afuera de la escuela cuando tú estabas en la escuela. Y una vez te las regaló viéndote tan pobre en su pobreza misma. Escribe porque es allí en la palabra escrita donde está escrito el destino de la especie humana. Escrito para bien y mal.

EL HOMBRE HABÍA PERDIDO la noción del tiempo y del espacio. Caía y cada vez se le hacía más difícil el levantarse. Estaba recluido y a la vez perdido en el vasto universo conocido Y escuchaba voces que le decían que escribiera cartas. No sabía de dónde venían.