NOTA BENE

AMLO y el flequillo de Gerardo

Siendo Jefe de la Mesa de Asignaciones de TV Azteca nacional tuve un reportero “fifí” que a punto estuvo de ser familia. Siempre iba impecablemente vestido con traje, y por supuesto corbata. Sin ningún pudor, sobrepasaba la etiqueta obligada para su trabajo con un pañuelo de seda doblado e introducido con pericia en el bolsillo delantero de la chaqueta.

Un “dandi” mi estimado Gerardo que valoraba su flequillo perfectamente esculpido a base de laca, como si fuera en ello su honor y fama. Le tenía cubriendo el senado que en ese entonces, a principios de los años 90 del siglo pasado, era solo para la clase alta política.

Le llamaban el “cementerio de elefantes” porque allí se refugiaban los viejos políticos a punto de jubilarse. Según me cuentan el “chayo” estaba muy presente en la vida laboral de los reporteros de la fuente hasta el punto de ser la principal fuente de ingresos. Andrés Manuel López Obrador ya hacía mucho ruido por aquel entonces hasta el punto de que merecía atención periodística constante en todas y cada una de sus giras y movimientos. Me pareció que sería muy bueno para mi acomodaticio reportero Gerardo salir a la calle un poco y que así se enterará de que existía otro mundo aparte de la cafetería del Senado y los restaurantes de Insurgentes, y le puse a seguir a López Obrador.

Mi reportero puso el grito en el cielo en un primer momento pero ante mi ejercicio de autoridad razonada no le quedó más remedio que aceptar el encargo que le hice. Durante un par de días no tuve noticia alguna de lo que estaba ocurriendo, aunque supuse que necesitaba ese tiempo para presentarse y adaptarse al terreno por lo que no le dí la mayor importancia.

Comenzaron a llegarme las crónicas del reportero y al principio solo noté que, aun con el enojo personal de haber sido desplazado de la fuente del senado, se sometía a la disciplina como un buen  soldado: pero no tardaron en registrarse cambios importantes. Apenas diez días después de cubrir a López Obrador descubrí una escena que me heló la sangre.

Vi en cámara a Gerardo con el flequillo completamente caído, sin laca, deslavazado, sobre su mejilla, y sin embargo muy animado. Emocionado más bien, hablando de López Obrador como si fuera el líder máximo de la izquierda de aquel entonces.

Gerardo, el “fifí”, el habitual de cafeterías y pasillos senatoriales, el vicioso de las tiendas de ropa de marca, había sucumbido a los encantos políticos de AMLO y poco le faltaba para volverse su seguidor. Les cuento esta historia verdadera para que dimensionemos quien ha sido Andrés Manuel López Obrador, nuestro Presidente choco.

Su testarudez reconocida y tenacidad evidente, se mezcla a la perfección con la capacidad de contagiar sus ideas y emociones a la gente que es infinita y contagiosa.

Por ello les recomendaría con todo el afecto del mundo a los Ministros de la SCJN que ni se les ocurra enfrentarse al Presidente porque de que les gana, les gana. Si pretenden los Ministros demostrar que ellos son los que “mean más lejos” me temo que se van a encontrar con quien es el que la tiene más grande. Eso está inscrito en la enigmática naturaleza humana.