Nueva (vieja) historia oficial

Nueva (vieja) historia oficial

 La historia es ya uno de los frentes de combate del nuevo gobierno. La sola invocación de los héroes y los presidentes que le importan al nuevo mandatario es una declaración de nueva (vieja) historia oficial.

Los presidentes del PRI tenían entre sus privilegios y sus obligaciones imponer a un personaje histórico favorito como numen tutelar de sus gobiernos.

Luis Echeverría tomó a Juárez y a Cárdenas, y se quedó lejos de ambos.

López Portillo se puso la túnica de la abundancia prometida por el regreso de Quetzalcóatl y terminó en sus antípodas.

Miguel de la Madrid escogió a Morelos, con su lema de moderar opulencia y miseria, en los años de una crisis sin tregua que inmoderó ambas.

Salinas tenía predilección por Zapata pero el azar derrotó su preferencia en 1994 con una “rebelión zapatista” que nada tenía que ver con su héroe, pero que expropió su nombre.

López Obrador tiene un verdadero equipo de personajes tutelares: Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Cárdenas. Y ha declarado 2019 año oficial de Zapata.

La mayoría de los héroes patrios del nuevo gobierno no tuvieron destinos deseables.

Hidalgo y Morelos fueron los padres fallidos de la Independencia, curas guerrilleros, ángeles de la destrucción, derrotados muchos años antes de que la Independencia fuera ganada.

Madero es uno de los más tristes destinos que haya tenido presidente alguno: fue sacrificado en un sanguinario golpe de Estado, luego de un interregno democrático donde el tolerante presidente, respetuoso de la libertad de expresión, fue convertido en el payaso de las bofetadas y luego en carne de cadalso.

Juárez y Cárdenas se cocinan aparte en el horno de las famas históricas. Ambos terminaron muy mal su gobierno, pero ganaron el pleito de la posteridad, aunque son ejemplos divergentes respecto de si reelegirse o no.

Juárez se quedó 17 años en la Presidencia; murió sentado en la Silla. Cárdenas cumplió su mandato de seis años y estableció la norma de la no reelección presidencial que dura hasta hoy.

No sabemos si en esto de quedarse en la silla, López Obrador será juarista o cardenista. Vistos los primeros meses de su gobierno, me inclino a creer lo primero.