México y su modelo

El mito del Estado frente al bien de la comunidad

Hemos detallado en varias de nuestras colaboraciones cómo se formó el carácter del mexicano, por circunstancias históricas y prácticas habituales.

José Vasconcelos y Octavio Paz, entre otros, se ocuparon del tema y sobre la unión del español con la mujer indígena para crear lo que es el ser mexicano. Huérfanos sin padre ni madre, vieron el aplastamiento de la persona, la posición y las creencias de su madre por su padre, resultando en emociones negativas por todas partes.

Pero en la Colonia, no había, durante tres siglos, idea única del sujeto del imperio, y el sujeto no podía tener una idea del imperio distinta que la impuesta. Habían varias, dependiendo de la cercanía racial y étnica con el imperio, combinado con algo de continuidad (las hijas de Moctezuma, por ejemplo) con los imperios nativos. Así, el divisionismo fue una herencia de la mentalidad imperial con la que comenzó nuestra nación su vida independiente. Así sucedió en otros países también como la India y China, por religión, por comercio, etc., pero todos ellos trataron de superar esas diferencias heredadas de sus colonizadores para conformar una nación cada vez más unida y exitosa.

Quisiera hacer unos comentarios para nuestros propósitos de análisis del sistema de cómo perdura el Modelo Imperial en la mente de los mexicanos de todos los diferentes grupos y sus actitudes cotidianas correspondientes.

VIRTUDES Y VICIOS

Como en todos los procesos humanos, es primordial el balance de las virtudes y los vicios. El desarrollo de la civilización humana no es más que un proceso accidentado, pero continuo, del triunfo de las virtudes sobre los vicios, y el establecimiento correspondiente de nuevas reglas sobre la conducta de todos, pero en especial a los poderosos.

Vale la pena una reflexión histórica desde nuestra visión sobre cómo se comportó el mexicano en el pasado ante las posibilidades de cambio o ajuste en el modelo. Otras sociedades claramente han transitado de un modelo inferior a otro mejor adaptado a sus necesidades, lo que les ayudó a desarrollar  su economía, su ciencia, su tecnología, su aspecto militar, en fin muchas cosas. Alrededor de un conjunto de valores compartidos se ensanchan los valores democráticos, no que estos países estén exentos de algún resabio del Modelo Imperial, pero que eso sigue siendo la parte mínima en su conducta.

Así mismo, el problema del Modelo Imperial no es exclusivo de México. Abarca toda América Latina, con muy pocas excepciones; la mayor parte de África, y la mayor parte del mundo islámico. Son las tres grandes regiones que se están quedando a la zaga de la globalización, porque ésta construye sobre bases democráticas; donde no existen, regatea y reduce sus beneficios dependiendo del grado de apego de la ciudad, el país o la región entera al Modelo Imperial.

Un pretexto de aquellos quienes propugnan por la continuación del reinado del Modelo Imperial está en su afirmación de la pre-eminencia del “poder del Estado”. Pero, Bertrand Russell se ha encargado de enviar esta argumentación al basurero intelectual en su brillante libro “Autoridad e Individuo”: “El Estado es una abstracción; no siente ni placer ni dolor, no tiene ni esperanzas ni temores, y lo que consideramos sus propósitos no son, en realidad, sino los  propósitos de los individuos que lo dirigen. Si en lugar de pensar en abstracto pensamos concretamente, en lugar de “El Estado”, veremos a determinados individuos que disfrutan de más poder del que corresponde por lo general a la mayoría de los hombres. Así que la glorificación de “El Estado” viene a ser, en realidad, la glorificación de una minoría gobernante. Ningún demócrata puede tolerar una teoría tan fundamentalmente injusta.”

Aquí, agregaríamos dos puntos adicionales: primero, en vez de “El Estado”, podemos utilizar otras frases como “la Nación”, “nuestro país”, o “el Gobierno de la República”. El sentido del discurso es el mismo: “usted, ciudadano, no se meta en asuntos de poder, de la nación, de nuestro país, o del Gobierno de la Republica, etc. Hasta aquí llega su democracia. Ya es demasiado para nosotros en el poder. Dé usted las gracias a nosotros por nuestra tolerancia con sus desmanes democráticos.” Esto es lo que se escucha, en otras palabras, todos los días y en varias partes del mundo. Si me acompaña, seguiremos revisando otros argumentos. (EL AUTOR ES DOCTORADO EN ECONOMÍA POR LA  UNIVERSIDAD DE PENNSYLVANIA, 1971. COLABORADOR DE DIARIO PRESENTE)