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En atención al texto del artículo 40 constitucional, México como país es una «República representativa, democrática, laica y federal»; bajo este paraguas la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en el discurso ha refrendado el acatamiento a la libertad de pensamiento y de expresión, principios igual constitucionales que en el andamiaje democrático de lo preceptuado en los artículos 6 y 7, que incluye al ecosistema mediático del periodismo, no debe ser transgredidos ni pretender borrados de un plumazo por ningún régimen gubernamental.
La controversial Ley de Telecomunicaciones en el que se implican a los medios tradicionales y a las redes sociales hacia donde vertebró la «Libertad de Expresión» y el ejercicio del periodismo, debe ser congruente con el Estado de Derecho. El yerro o no, la redacción ambigua o no, de censura incluso a las plataformas de noticias en nada contribuyen a preservar la esencial actitud republicana de ser receptivos a la pluralidad de pensamiento, a las voces no coincidentes. Los congresistas deben emitir una legislación congruente.
En el mundo, México se distingue y se le aprecia por la diversidad de su flora y fauna, así como de la pluralidad étnica; por esta razón igual se le reconoce por sus destacados exponentes artísticos culturales, deportistas, ideólogos, académicos, políticos, empresarios, profesionales en la diversidad de conocimientos, incluidos a los periodistas.
Este país que históricamente se distingue por su apertura al asilo de migrantes, entre quienes destacan los españoles por la guerra franquista, a los chilenos exiliados por la dictadura de Augusto Pinochet, debe ser celoso de salvaguardar la libertad asociada a la democracia. Esta nación se ha beneficiado de los talentos profesionales del extranjero para crecer en todos los ámbitos.
En 200 años ya discurridos como país libre y soberano, la República Mexicana no puede ir en sentido contrario a su historia de libertades de pensamiento, de asociación, de tránsito, de manifestación, de expresión, de ejercer el periodismo autocrítico, por los cuales se dio incluso una Revolución Mexicana ante la dictadura del expresidente Porfirio Díaz; así como la clase política cogobernante, incluida la actual, pujaron sin cesar hasta lograr la pluralidad ideológica en la competencia por el acceso al poder público.
A 75 años de que se instituyera el 7 de junio para conmemorar la «Libertad de Expresión», los jugadores involucrados deben tener claridad de que el ejercicio del periodismo no es enemigo de nadie, así como la noticia no es un accesorio de simple hábito ni consumo frívolo. Por lo contrario, consignar los acontecimientos que trascienden a todos representa un censor que permite a gobiernos, al sector económico y a la sociedad tener argumentos en su toma de decisiones para lo positivo y lo adverso, a partir de una opinión autocrítica.
En las complejidades de los tiempos y circunstancias, el periodismo encara un exponencial riesgo a la integridad de quienes lo ejercemos con responsabilidad profesional, con la convicción de sustentar documentalmente los acontecimientos. Quien se precie de ser un reportero tiene conciencia de las fibras sensibles que toca al abrazar esta vocación. Las organizaciones internacionales con datos duros evidencian al país entre los más peligrosos del orbe.
En siete décadas y un lustro el entorno de libertades ha transitado hacia una universal democratización con la inmersión de la era digital y las redes sociales, hacia donde ha vertebrado con el elemento de la inmediatez.
Aunque estas herramientas tecnológicas también se erigen en un instrumento para distorsionar la veracidad orientada a manipular la realidad en uno u otro sentido, según los intereses de quienes montados en estos canales digitales que en lo absoluto carecen de valor periodístico.
En el contexto de las libertades, cada persona tiene bajo su responsabilidad el derecho a acceder y manifestarse en los medios tradicionales y en las redes sociales, así sea como emisor o como receptor de los contenidos. En el periodismo, los generadores de noticias, de opinión y análisis somos directos responsables, igual en los medios digitales deben asumir el impacto de sus contenidos, habida cuenta la universalidad de las audiencias.
La «Libertad de Expresión» habla de quien se pronuncia independientemente de su pensamiento. El respeto al poder de la palabra reditúa credibilidad, mientras quien emite una carga de degradación le resta a su credibilidad o bien la anula.
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