OPINIÓN

¿Por qué matar a Ximena Guzmán y José Muñoz?
22/05/2025

La economía de la violencia de la cultura política mexicana y la guerra de baja intensidad.

El 2 de julio de 1988, a 4 días de las elecciones presidenciales, en la ciudad de México, saliendo de trabajar fueron asesinados dos ayudantes de Cuauhtémoc Cárdenas que llevaban el seguimiento técnico de la elección, Javier Ovando y Román Gil.

(Más información en

https://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/7/02071988-FXO.html).

Ahora, el 20 de mayo, a 11 días de unas elecciones que supondrán un gran cambio cualitativo, una nueva Reforma, fueron asesinados Ximena Guzmán y José Muñoz, militantes de la Cuarta Transformación y la izquierda, y colaboradores muy cercanos de la jefa de gobierno de la Ciudad de México. ¿Por qué alguien asesina a jóvenes técnicos con alta formación y destacado desempeño profesional? En otras palabras, a lo mejor del futuro de México. Gente limpia que es justo la que queremos que reemplace a la clase política.

Los científicos son ingenuos al creer que la única forma de conocimiento efectivo es la ciencia como una disciplina burocrática, evaluada, medida, calificada y certificada por instituciones igualmente burocráticas y pares burócratas que no aceptan que son burócratas. Mucha más razón tiene Michel Foucault que entiende y explica que la sociedad es una estratificación de saberes de muy diversa naturaleza, y que la mayoría están dominados, negados, reprimidos, invisibilizados por la hegemonía de la sociedad moderna y los diversos tipos de capitalistas, donde el saber dominante es la crematística (la producción de ganancia, la maximización de producción). Pero que al mismo tiempo son como lo que los académicos llaman "el currículum oculto": los saberes que a veces no tienen una exposición discursiva, sino incluso solamente práctica (como los de los artesanos) y que muchas veces son los que de manera soterrada permiten con más eficacia la supervivencia o el éxito.

         Hay saberes, como el Huhuetlatolli de los antiguos nahuas que se comunican bajo formulas verbales, pero sólo entre grupos selectos. Uno de ellos era o son -porque una cultura es dura de desterrar- los del viejo sistema político mexicano, que guardaban sobre todo aquellos políticos que se habían formado a sí mismos y que no eran juniors o cachorros de la revolución como los mirreyes y tecnócratas neoliberales que llegarían con el Salinismo.

         Algunas de las máximas importantes de este viejo saber que se comunicaba oralmente tenían que ver con lo que podemos llamar "economía de la violencia". Y partía de saber que todo acto de violencia tenía un costo y una repercusión para ambos lados de la situación y había que saber anticiparse a estos para usarla de manera políticamente eficaz. Una máxima era que sólo en última instancia se asesinaba a los líderes (y sólo cuando no tuvieran sus seguidores capacidad de reacción –"movilización de recursos" dirían hoy los politólogos-), como en el caso de Samir Flores; pero lo que se podía hacer tanto para advertirlo como para debilitarlo, para inmovilizarlo, dejarlo sin ojos y sin brazos; es decir, privarlo de su personal técnico, matar a sus ayudantes. La muerte de los mismos no provocaría el mismo escándalo que matar al líder ni generaría un agravio popular y colectivo al mismo nivel.

         Las elecciones del uno de junio son trascendentales. Por eso ha habido tan férrea y reiterada resistencia nacional e internacional: el poder judicial es el lugar donde se atrinchera el régimen de corrupción y favores donde se comunican los gobernantes y los negociantes, el capital y el poder, donde como explica Marshall Sahlins, la modernidad del mercado se entrama con el tradicional sistema de parentescos y favores; y como explica Foucault, se mantienen y expresan de manera cotidiana las ventajas obtenidas en la última guerra civil o golpe de estado. Como se ha visto en este siglo, siendo el refugio de las aristocracias y oligarquías, es el lugar donde se pueden tirar gobiernos populares como se le hizo a Djilma Rouseff; se le puede impedir a un candidato participar como se le hizo a Lula y se le intentó a López Obrador; se pueden imponer presidentes como en EU en el año 2000 o tirar gobiernos como los de Luque en Paraguay y Zelaya en Honduras. Al abrirlo a la votación universal cabe la posibilidad de quitarle el monopolio de la justicia a los millonarios que a través de este poder evitan pagar impuestos y son impunes para todo efecto desde la delincuencia organizada hasta los crímenes domésticos (lo que denunció la película Emilia Pérez). Ocultos en la opacidad y el silencio, es el lugar también donde el Imperio teje alianzas para despojar a los pueblos de sus tierras, minas, bosques, playas y, en fin, a la nación de sus recursos.

GUERRA DE BAJA INTENSIDAD

         La coyuntura actual coincide con lo que el economista Richard Wolff califica de política de bullying que está ejerciendo Donald Trump contra México, movilizando tropas a la frontera, amenazando con imponer impuestos a las remesas, la amenaza latente de los aranceles, y hasta hechos extraños como la destrucción del barco orgullo de la marina mexicana en Nueva York operado por las autoridades locales. Coincide con la presentación en México del nuevo embajador acompañado del líder de mercenarios de Black Water (actual jefe de seguridad de Daniel Noboa en Ecuador), que han sido operadores de la destrucción de estados nacionales, de generación estados fallidos en la Unión Soviética, Yugoeslavia, luego Serbia, Libia, Irak, Afganistán, Siria, etcétera, en una cena con el líder trumpeano mexicano Eduardo Verástegui, pero sobre todo con los dos hijos mayores de uno de los hombres más adinerados del país. Apuntan a una continuación de la guerra de baja intensidad contra México iniciada en el sexenio de Calderón con la transformación de los soldados de élite de Zedillo, los Gafes, en los Zetas, tras su capacitación en Fort Bragg, Virginia; y la deportación de los Maras nacidos y formados en Los Angeles a México y El Salvador.

La guerra de baja intensidad no tiene como objetivo controlar territorios ni luchar contra fuerzas armadas, sino los propios ciudadanos y destruir las redes, organizaciones e infraestructuras materiales y sociales. El llamado Culiacanazo y el secuestro del Mayo Zambada, que provocaron más violencia, fueron dos acciones dentro de esta estrategia. Pero mayormente en México la operan directamente los cárteles que reciben armas, lavan su dinero y luego reciben asilo en Estados Unidos. (Colaboración para Presente. El autor es investigador de la UNAM y activista)





DEJA UN COMENTARIO