PUNTOS SUSPENSIVOS

¿Quién defiende el buen uso del lenguaje y la escritura?

Hace unos días platiqué con estudiantes de secundaria, quienes afirmaron que lo más difícil para ellos es redactar.

Confesaron que la mayor parte de sus tareas son consultadas en internet (es válido), pero... copian tal cual el tema a tratar.

Luego, en un ejercicio de escritura, lo que se conoce como dictado, la mayoría, de inicio, no estuvo de acuerdo, más adelante entendí el motivo: el 95% no pudo escribir de manera correcta las 20 palabras.

Señalaron que no están acostumbrados a leer y menos a escribir. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), detalla que el promedio de lectura del mexicano es de 2.9 libros por año, mientras que en España de 7.5 y en Alemania tienen un promedio de 12 libros anualmente.  

Derivado de la cifra que presenta México, nada positiva, de acuerdo a especialistas, entre ellos el lingüista José G. Moreno de Alba, indicó que no se está defendiendo el buen uso del lenguaje ni de la escritura.

En un artículo de Juan Domingo Argüelles bajo el título “El nuevo analfabetismo: descuido y deterioro en el uso del lenguaje”, publicado en el diario La Jornada (24/03/2019) sostiene que existe una incapacidad sintáctica, precariedad del vocabulario y desconocen el significado de las palabras y su uso adecuado.

Un cuestionamiento es ¿Renunciarían las instancias de Educación a la enseñanza de escribir bien? Al parecer, responde el investigador, quedó muy atrás la función normativa y se entregó a una cómoda y despreocupada labor descriptiva.

Hoy se escribe a como se habla, sobre todo en los mensajes de textos de teléfonos celulares donde abundan las palabras, no abreviadas sino cortadas, queriendo dar un significado.

Que la gente hable y escriba a su capricho no quiere decir que tenga razón. La tendrá, únicamente, cuando su capricho sea compartido por la generalidad de los hablantes y escribientes de su lengua, ya que entonces se convertirá en norma para todos, sostiene el académico.

Cambiar el lenguaje es de lenta evolución, pero actualmente existen códigos (casi todos los días) que buscan ser vanguardistas. Quieren imponer reglas, normas… cuando un idioma sin estas ventajas deja de ser un sistema.

Hoy es común encontrar barbarismos y errores ortográficos. Vivimos con ellos. Nos acostumbramos a verlos y leerlos porque son comunes para nuestro vocabulario y escritura.

No hay un alto. Los dejamos pasar como en una aduana que está inmersa en la corrupción. Donde todo se vale, hasta escribir de 20 palabras, 19 de ellas en grave estado. Luego soltar las risas, pero no por algún sentimiento de vergüenza sino de un triunfalismo, porque la mayoría está igual y esa es la competencia.

Dice Juan Domingo Argüelles que los hábitos y los vicios se afianzan a tal grado en nosotros que eliminarlos resulta difícil.

Y remata: Si una academia de la lengua solo sirve para registrar, consignar y describir los usos del habla y la escritura y no para guiar al hablante y al escribiente, entonces que cierre sus puertas.

PARÉNTESIS

Lo dijo el Presidente de México y ahora la Iglesia: los que estaban en resistencia civil, después del acuerdo deben cumplir con el pago de luz… ¿qué pasará en caso contrario? Lo mejor es cumplir. (kundera_w@hotmail.com)