Reconciliación en Tabasco: ¿con Perdón?

Reconciliación en Tabasco: ¿con Perdón?

No será el que esto suscribe el que pida el perdón para Arturo Núñez, y su binomio (Martha Lila), o sus empleados en el gobierno, si es que se demuestra, con la verdad judicial, que son culpables de lo que a primera vista se les señala y aparentan ser: Una manada de corruptos. Pero precisamente lo que falta es que se realicen las investigaciones necesarias, o se den a conocer las ya existentes, que demuestren con pruebas y testimonios, o no, que lo que el pueblo sospecha está perfectamente demostrado y por tanto es objeto de reproche penal y de su represión. Sin embargo mis propias vivencias en la España de la Transición a la democracia, después de una férrea dictadura del general Franco, en la que el concepto de “perdón” fue definitivo para que se pudiera transitar hacia el futuro sin un saco a la espalda repleto de fantasmas, me hacen escuchar las palabras del presidente López Obrador, en las que aseguraba que el gobierno federal no emprenderá acción judicial alguna contra el ex mandatario y su pandilla, con la atención y el respeto necesarios para reflexionar sobre ellas. La capacidad de perdonar etimológicamente proviene de la palabra hebrea arcaica “rechem” que significa útero, quizás porque los antiguos hebreos querían significar así la posibilidad de una nueva vida. Es la asociación entre el perdón y una nueva vida: abrir la puerta a esa nueva vida. Esta función supone el reconocimiento de injusticias, agravios y que no está dispuesta a permitir que el pasado se cierna como una sombra sobre el futuro. Y eso es precisamente lo que se desprende de la propuesta de mirar hacia el futuro del Presidente AMLO. Vaciar nuestras mochilas de las piedras de la venganza, para poder caminar ligeros hacia uno nueva sociedad libre de corrupción, en la medida de lo posible, implantando los mecanismos para que no pueda volver a darse un fenómeno de satrapía como el que padecimos en la época de Núñez y su binomio Martha Lila. También es cierto que las políticas a través de las cuales los gobiernos democráticos trataron de poner fin a los debates sobre la represión de las dictaduras, en el Cono Sur de América Latina han fracasado. Esos intentos, representados por el modelo de "comisión de verdad y reconciliación" no permitieron la reconciliación deseada. La retórica del perdón empleada por los gobiernos fue estéril, confirmando el veredicto de la filosofía moral: no es posible un "perdón político". Pero la retórica del perdón produjo efectos políticos en cierto modo contradictorios. Impulsada por los gobiernos para poner un "punto final" a los debates sobre la violación de los derechos humanos, en los hechos impidió su clausura. Pero, por otro lado, esa retórica condujo a la escritura de una historia pacificadora. Uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta una transición política en su paso del autoritarismo o el totalitarismo a la democracia es el de cómo lidiar con los legados de la represión o, en este caso de Tabasco, de la corrupción desmedida e impune. De hecho, es en esos momentos en los que las sociedades miran al pasado para comprender cómo perdieron su pulso ético y político, y cómo fracasaron en la contención de la violencia y el mantenimiento de los valores de libertad y tolerancia, cuando se plantean la mayoría de las preguntas legales, morales y políticas fundamentales. En todo caso está abierto el debate y que la justicia y el pueblo decidan.