Reconciliación, perdón y resentimientos a debate

Reconciliación, perdón y resentimientos a debate

El concepto de “reconciliación”, lanzado audazmente por el Gobernador, Adán Augusto López, como soporte y cimiento de su administración, está siendo objeto de debate entre la sociedad choca. El planteamiento del mandatario fue reforzado por el secretario de Educación, Guillermo Narváez, al aplicarlo a las escuelas de Tabasco con el lema “educar para reconciliar” lo que nos lleva, por fortuna, a constatar que esto es de largo recorrido para evitar conflictos y situaciones que dividan a nuestra sociedad como ha ocurrido en el pasado que hasta hoy mismo nos está pasando factura de la fractura de relaciones en nuestra comunidad, que hoy prácticamente se encuentra separada en dos orillas. Por un lado están, estamos, los que comprendemos que sin perdón no es posible emprender un camino común y por otro los que exigen, no sin falta de razón, justicia y cárcel para los que dañaron emocionalmente a Tabasco y a su patrimonio en efectivo, con premeditación, nocturnidad y alevosía. Ambas posiciones pueden y deben encontrar un punto medio a riesgo de que si no lo hacemos el problema puede aumentar y de plano la Reconciliación sea imposible. Por eso es necesario buscar fórmulas que a todos nos satisfagan y nos permitan localizar un punto de encuentro. Según Wikipedia “La noción democrática de reconciliación se basa en el ejercicio activo de la ciudadanía y en la reciprocidad democrática como requisitos fundamentales para una paz duradera. Esta concepción de reconciliación exige el reconocimiento de todos como ciudadanos congéneres, con derecho a participar activamente en las discusiones políticas, y también con derecho a mantener distancias entre sí y a no estar de acuerdo los unos con los otros. En particular, esta concepción implica que todos los actores sociales participen activamente en la toma de decisiones sobre el futuro de la sociedad y que lo hagan a pesar de tener visiones distintas o antagónicas.” El perdón es un proceso individual, que requiere de un trabajo psicológico y moral, donde se superan sentimientos como el resentimiento, el juicio negativo o la indiferencia hacia quienes nos han hecho daño, y afloran sentimientos como la compasión, la generosidad y el amor hacia el victimario. La reconciliación supone recobrar las relaciones, por tanto ya no es un proceso individual, implica un acercamiento voluntario de las partes antes en conflicto, que buscan conectarse de nuevo, sin tener que obligatoriamente perdonar al otro. A diferencia de la reconciliación, el perdón apela a la empatía, a la capacidad de ponerse en el lugar del otro para que se gesten conductas proactivas y disminuyan las agresivas. Es este un asunto que seguramente merecerá próximamente la máxima atención y por tanto no se puede resumir en esta columna que humildemente pretende poner sobre la mesa la necesidad urgente de debatir como sociedad hasta cual punto estamos dispuestos a llegar para garantizar el respeto mutuo para vivir civilizadamente en libertad y sin fantasmas del pasado que nos impidan progresar. La verdad es que se lo estamos poniendo muy difícil al Gobernador Adán Augusto al que nos consta le sobra la buena fe y es de los pocos políticos que queda absolutamente limpio de posibles acusaciones de enfrentar a la sociedad con sus decisiones o políticas. Cuando apenas lleva unos días gobernando ya hay muchos que están asomando sus garras y quieren hundirlo en la marea alta de los acontecimientos. La esencia de los ataques contra Adán consiste en inventarse unas dificultades que no existían anteriormente, sólo por el oportunismo de ofrecer soluciones a las mismas. Afortunadamente son residuales pero no hay que dejar de prestarles atención.