De qué nos reímos dice mucho de nosotros

¿Se puede hacer chistes de cualquier cosa, sin importar cuán ofensivos sean? ¿No es peor la cultura de cancelar personas por algo que dijeron?

¿Se puede hacer chistes de cualquier cosa, sin importar cuán ofensivos sean? ¿No es peor la cultura de cancelar personas por algo que dijeron? Polémicas que podrían parecer frivolidades de farándula, como las que involucran a los comediantes Carlos Ballarta y Platanito, sirven para plantear estas cuestiones importantes en una sociedad que pretende mayores libertades así como más respeto y mejor justicia.

“Si te da SIDA de niño ya no te va a dar de grande, básicamente porque no vas a llegar a adulto”, broméo Ballarta en un especial de Netflix. Su humor se basa en burlarse de la sociedad, incluso en aspectos sensibles, como la religión, lo que le ha valido que cristianos se organicen para impedir que se presente, sin éxito. Por su broma, Carlos Ballarta enfrentó el clamor de usuarios que presionaron en redes a Netflix para que cancele su contenido, lo que no ocurrió. 

A pesar de la presión, Ballarta se negó a disculparse porque para él la polémica se reduce a un juego de los medios para tener más vistas y de algunas personas que buscan colgarse de su fama para erigirse en héroes, cuando atacarlo por su chiste no mejora las condiciones de los niños seropositivos. En cambio, reconoció que sabe poco del tema y se abrió al dialogo al respecto.

Platanito sí pidió disculpas por el chiste que hizo: “un, dos, tres por Debahni que está en la cisterna”. Sin embargo, los padres de la regiomontana cuyo presunto feminicidio no se ha esclarecido, aseguraron que presentarán una queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Platanito sufrió grandes pérdidas tras en 2012 por burlarse del caso de la Guardería ABC. “¿Saben de qué murió Michael Jackson?, de desesperación que porque le quemaron una guardería allá en Sonora. No se burlen, pobres chavitos al pastor, no se burlen". Cancelaron su programa en Telehit y le tomó años volver a levantar su carrera.

El tema es complejo y tiene diversas aristas. En México es inconstitucional cualquier tipo de censura previa a la libertad de expresión. Sin embargo, ésta tiene límites establecidos en la misma ley: ataques a la moral, la vida o derechos de terceros, que provoque algún delito o perturbe el orden público. Al respecto, el daño moral solo puede reclamarlo en juicio la persona agraviada. 

Luego entonces, no puede decirse que los chistes en comento pongan en peligro a alguien o sean un riesgo para la sociedad. Hay, además, jurisprudencia según la cuales las expresiones ofensivas o groseras en notas periodísticas no son del ámbito jurídico. Menos lo serían estas expresiones hechas desde la comedia, que comparte con el periodismo su piedra angular: la libertad de expresión es la base de todo el trabajo.

Sin embargo, que ciertas expresiones ofensivas o denigrantes puedan hacerse sin poder recibir sanciones de ley no significa que queden sin castigo, se mantiene intacto el legítimo derecho a ofenderse (con razón o sin ella). Como en el caso de Platanito, ha ocurrido con escritoras tachadas de transfobia: la sanción es social y puede llegar a ser económica. El repudio del público puede llevar a empresas a tomar la decisión de retirar su respaldo a cualquier persona que por sus dichos sea blanco del repudio público, por temor al riesgo de pérdidas. Y tienen derecho a tomar esas decisiones.

Hay quienes se quejan de que las nuevas generaciones son frágiles como el cristal porque señalan los comentarios machistas, racistas u homofóbicos. Cualquiera puede hacer chistes de eso, pero saben que en lugar de que los aplaudan, lo más seguro es que los reprendan. ¿Implica esto la autocensura? No necesariamente y tampoco es deseable. Debe haber espacios para hablar de lo que nos incomoda u ofende, con las debidas precauciones, como en un show de comedia del que nos podemos retirar.

Al final, toca a cada uno hacernos responsables de nuestras palabras, comprender el alcance que tienen y valorar el contexto en el que las decimos. No es lo mismo un espectáculo para cierto público, una presentación en la vía pública, el discurso de un político, una llamada o un comentario privado. 

La realidad, siempre compleja, es que los estándares de valores están cambiando en la sociedad. De qué nos reímos dice mucho de nosotros. Las acciones que emprendamos contra quienes nos ofenden, también. Señalar un comentario que no nos gusta es muy diferente de exigir que la persona que lo hizo se quede sin trabajo porque nos ofendimos. Al final todos debemos tener la oportunidad de elegir.