Repudio popular

La elección presidencial del 2 de junio de 2024 enfrentará a Morena y a Acción Nacional, líderes ambos de sus respectivas coaliciones;

La elección presidencial del 2 de junio de 2024 enfrentará a Morena y a Acción Nacional, líderes ambos de sus respectivas coaliciones; dos institutos políticos que por ideología serán siempre irreconciliables. El sentido del voto se polarizará principalmente entre ambos, en detrimento de los aliados proclives a perder el registro nacional que ni siquiera así asegurarían el umbral mínimo del 3 por ciento del total de votos emitidos. Ya no habría más PRD, ni PVEM, ni PT. Situación distinta en MC y su plan de largo plazo, conquistando territorios desde lo municipal y local.

Concluido el Proceso Electoral macro que tendrá su punto de inflexión con la Jornada Cívica del primer domingo de junio del siguiente año, la baraja de opciones de la partidocracia nacional se reduciría en orden de prelación a Acción Nacional, PRI, Movimiento Ciudadano y Morena, aunque en el Congreso de la Unión se tengan legisladores uno que otro del PRD, PT y PVEM, limitada su presencia a los registros locales en donde sí superen el umbral, permitido por el artículo 41 constitucional. 

La prospectiva de tener un votante más selectivo en sus preferencias conducirá a una reducción de jugadores, habida cuenta la mediocridad entre los partidos políticos erigidos en una franquicia regida por las cuotas y cuates con el signo monetario, según la oferta y demanda. El programa de gobierno y principio de doctrina son solo una cínica fachada.

Integrar en lo federal una coalición, en lo local alianza y/o candidaturas comunes, no les garantiza la subsistencia a la denominada chiquillada; aún menos cuando el candidato que lancen traerá tatuada una visible identidad ideológica a los ojos de la voluntad popular, sumado a que en las encuestas desde hace mucho colocan al ecosistema político en lo más alto del repudio, y mucho; contrastante con el respaldo al árbitro electoral, incluso en medio de la controversia por el «Plan B» de las reformas a las leyes que pretende aniquilarles. 

El PRI tiene la particularidad de que aun borrado de las gubernaturas se mantendrá. Ha perdido la membresía ante los órganos locales, no así el registro como partido político nacional por la estructura territorial que mantiene activa y le sostiene.

En el escenario de la prospectiva, corren la misma suerte de la desaparición que en 2018 hubo del Partido Encuentro Social que integrado a la coalición «Juntos haremos Historia» sumó sólo 1 millón 530 mil 101 votos, el 2.70 por ciento, y el Partido Nueva Alianza sumado a la coalición «Juntos por México» con 561 mil 193 votos, un 0.99 por ciento, estadística del Instituto Nacional Electoral de la Votación Total Emitida, consignando 56 millones 611 mil 027 sufragios, el 63.42 por ciento de participación ciudadana del listado nominal que fue de 89 millones 250, mil 881. 

Para las elecciones intermedias del 6 de junio de 2021 el INE obtuvo del cómputo de resultados electorales 49 millones 151 mil 320 votos; el PRD sumó 1 millón 792 mil 700, el 3.64 por ciento; el PT obtuvo 1 millón 594 mil 828, el 3.24 por ciento; y el PVEM, logró 2 millones 670 mil 997, el 5.43 por ciento.

El negocio de venta de candidaturas a mejor postor llegaría a su término para los Jorge González, Torres y Martínez, y para Alberto Anaya que no conformes con su muy rentable negocio casi vitalicios ocupan una posición legislativa en el Congreso de la Unión, ya sea en el senado o como diputados, sin que hasta ahora se les conozca que dentro de la práctica parlamentaria hubieren presentado alguna trascendental iniciativa con proyecto de decreto.

Ninguno de los 3 partidos políticos acostumbrados a la mediocridad tiene seguro obtener los mismos dividendos en coalición, considerando que la elección de 2024 será totalmente distinta al tenerse en competencia la votación por voluntad popular del cargo de la Presidencia de la República, a menos que logren el umbral del 3 por ciento del total en senadurías o en diputaciones.

Al descubierto quedará que una reforma electoral sensata más allá de lo perfectible debe centrarse en la calidad de la democracia por lo que compete al Sistema de Partidos Políticos, y no en el Sistema Nacional de Elecciones que desde luego requiere actualizarse.         

edudez@yahoo.com