Retumba la Marsellesa

Retumba la Marsellesa

Hace tan solo apenas un año decidió poner en Marcha su movimiento, y la meta principal era despachar desde el Eliseo.

Hoy el inicio de un idilio se fraguo con contundencia en las urnas francesas, y además se dio un manotazo descomunal al llamado xenófobo y al discurso nativista que deambulaba sobre Europa.

El populismo ramplón y el discurso secesionista ha perdido la batalla, pero no la guerra y en el ánimo y pensamiento ideológico de muchos seguirá subsistiendo en espera de que tras un quinquenio se cometan traspiés y se den desilusiones para saltar de nuevo a la palestra pública.

En mi anterior entrega asegure que no era descabellado que la zona euro se las “jugara” de todas todas con Macron, ya que se había convertido en el moderno Heraldo de la consumación y fortalecimiento de la Unión Europea.

No solo el futuro de la segunda potencia ubicada al cruce del atlántico, estaba en juego, el futuro de una herida comunidad de Estados, pendía de un hilo, pero el Europeista Emmanuel y su novel movimiento regresaron de manera momentánea la oda de la Alegria al viejo continente.

Un gesto sin duda resaltable al festejar ante miles de franceses en el mítica y grandiosa explanada del Louvre, con el himno de la Unión Europea, para mandar un serio mensaje de que defenderá la integración del bloque, y asumirá su responsabilidad desde su nación para que el proyecto comunitario siga marcado el rumbo de Occidente; un occidente plagado de miedos, de retos y de agendas promisorias, que conducen nada más y nada menos que al mantenimiento del orden mundial.

De 39 años, el joven Centralista, se asume y reconoce como el cabeza de un movimiento sin precedentes, ni equivalentes, pletórico y emotivo grita a los suyos y pretende que el eco se escuche en todos los rincones de a tierra, el llamado es simple y retumba así: Marchemos, hijos de la Patria, ha llegado el día de gloria!

Contra nosotros, la tiranía alza su sangriento estandarte…

En mi Punto de Vista, el recién elegido Presidente Francés tiene sobre sus hombros una victoria con tintes históricos, pero también se carga sobre él una enorme responsabilidad que deberá asumir con total entereza para desalentar el descontento colectivo hacia la democracia representativa, el descredito de los partidos políticos y el mal humor social que castiga con su desprecio a los gobernantes. Estacionarse en la euforia de la victoria significaría abandonar el ideal de alcanzar sociedades abiertas, el progreso incluyente e incluso la estabilidad política y social del mundo entero.