Riesgos de escribir un libro y la importancia de leer

Riesgos de escribir un libro y la importancia de leer

PRIMERA PARTE.- Escribir un libro y publicarlo es riesgoso. Peligroso diría yo. Más peligroso aún cuando lo escribes y publicas dentro de una sociedad donde nadie lee o pocos, muy pocos leen libros. Se siente que pierdes el tiempo cuando escribes y publicas un libro para una mayoría que no lee más que notas rojas y los pasquines que publican los chismes políticos de cada día. Y da risa cuando desde su frustración de persona inculta, con su ignorancia y lengua viperina, surgen los “especialistas” en crítica literaria para destruir, sin más ni más, la obra de aquel que hizo un esfuerzo y se tomó muchos años para crearla. En el fondo de esa persona resentida no hay más que una enorme frustración, una ponzoña derivada de la envidia que no tiene más armas que el chisme y la calumnia para difamar la obra de aquél.

En ese sentido el puntilloso escritor español, Mariano José de Larra, escribió que para el ignorante y el flojo “Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas”. Y esto se da aún más en una sociedad donde domina la flojera de leer un libro y campea la ignorancia a tutiplén. A una sociedad así, enemiga de los libros, donde predomina la flojera de cultivar la mente y el espíritu, Oscar Wilde le dedicó la siguiente frase: “La masa soporta todo, menos el talento”.

Pero acá en nuestros países, mi estimado Wilde, curiosamente en esa masa donde pocos leen, “abundan” de manera improvisada los literatos, los historiadores, los analistas políticos y económicos, los expertos en petroquímica, en energéticos, en aeropuertos, en epidemiología; en fin son todólogos sin estudiar nada. Y párale de contar. Ah! Y en moral para enjuiciar a un hombre público esas buenas conciencias son tan campeones de la moral que hasta Friedrich Nietzsche se quedaría con la boca abierta.

Llama la atención que miembros de esa masa hacen alarde de “su erudición” cuando se encuentran sentados en una de cuatro por cuatro, en el Bar “El Submarino”, por ejemplo. Ya con unas caguamas encima se discuten con cualquiera, se dan un entre con cualquier especialista en las ciencias y artes que les pongan enfrente pues “saben” de todo. Decían los viejos de antes: “El ignorante es audaz”.

“En países como los nuestros escribir es llorar”, escribió, la siempre bien recordada escritora doña Rosario Castellanos, citando también a Mariano José de Larra. ¿Por qué?... Nos responde doña Rosario que escribir en países como México el producto literario carece de consumidores por lo que el oficio de escribir no sólo carece de remuneración sino carece de destinatarios, carece de lectores, entonces la frustración es doble.

Además escribir un libro suscita envidias, alborota a las lenguas viperinas de la masa, es colocar una piedra en el zapato para las instituciones y gobiernos, incomoda a los politiquillos de pueblo que buscan el poder, y enchila el hígado de frustrados intelectuales de pueblo que ven a quien escribe y publica como a alguien que hizo lo que ellos no pueden hacer. Apenas se ha publicado el libro, lleva apenas dos días vendiéndose en las librerías y ya le está lloviendo m… al autor. Y a ese francotirador sólo lo mueve la envidia y el odio de no haber escrito él ese libro.

Otros mediocres, que no saben hacer otra cosa en la vida que arrastrarse a un poderoso que aspira ingresar al círculo encantado del presupuesto, se dedican también a tirarle piedras al reciente autor del libro cuando ven en él a un peligroso rival de las aspiraciones políticas de su patrón en futuras elecciones. Para congraciarse con su patrón, estos aduladores y serviles que buscan su plato de lentejas sexenal y de cada tres años, como el perrito de la ranchería, le ladran al que pasa a caballo por el camino de enfrente para ganarse su piltrafa. Así lo decía Teresa Panza, la esposa de Sancho, en El Quijote: La lisonja es algo que endulza el oído del poderoso y le da sopa al lisonjero, es una joya que tiene el lisonjero para llevar comida a su casa. Y aquí en el terruño abundan esos lisonjeros y gana gracias: sólo ven en la política y en las elecciones su futuro plato de lentejas. Ha sido la empleomanía la pandemia crónica que ha sufrido nuestro país y el Edén desde el siglo XIX.

EL AUTOR Y LA OBRA

Todo esto pensé cuando Humberto Mayans me envió su libro “Antimemorias” y empecé a leerlo; de esa lectura hice comentarios que luego fueron publicados en páginas de Presente. Como todo autor que publica entre gente que es enemiga de los libros y donde proliferan francotiradores que buscan su plato de lentejas con el de la casa de enfrente, pensé que a nuestro amigo le iba a llover piedra. Y más a él por ser un hombre público. Lo curioso o risible es que aun cuando su libro no había sido puesto en venta me llegaron por la red algunas “sesudas críticas” y algunos “sesudos cometarios” con dolo y mala leche que nada tienen que ver con el libro. Fueron algunos mensajes llenos de envidia y rencor cuyas características corresponden al perfil que aquí hemos señalado: son personas que no buscan otra cosa que su plato de lentejas o desahogar sus frustraciones.

De acuerdo a estudios de la UNESCO y de la OCDE en 2017 México ocupó el lugar 107, penúltimo lugar, de un total de 108 países estudiados donde se leen libros: un promedio de 3 libros por persona al año. Otra fuente nos dice que cada mexicano lee un promedio de un libro cada tres meses y se lee un promedio de 3.8 libros por persona al año. La misma UNESCO nos dice que el 40 por ciento de los mexicanos jamás ha pisado una librería y muy pocos frecuentan las bibliotecas. Ah!, pero las cantinas aquí en el terruño se ponen hasta el tope y ahí debaten esos “sabios”, “especialistas” y críticos de libros que mencionamos en renglones anteriores. (Continuará)