Se esfuma el salario de los trabajadores
En días pasados un ama de casa me preguntó si en realidad lo que estábamos viviendo era producto de la inflación
En días pasados un ama de casa me preguntó si en realidad lo que estábamos viviendo era producto de la inflación o, si la inflación era utilizada para justificar un mal gobierno. La respuesta en ese momento fue simple: la inflación es una escalada en los precios de los productos que uno consume. En este caso seguramente se refería a los precios en los productos de primera necesidad que habitualmente adquieren las amas de casa en los centros de abasto, y pues si es cierto, no es un asunto de políticas mal atinadas del gobierno en turno.
Desde antes de que viviéramos en un mundo globalizado como ahora lo conocemos, las economías del mundo se han entrelazados, desde luego que no en la misma proporción en que se da ahora, y con reglas de operación amparadas en tratados comerciales que exigen reglas para el comercio en distintos aspectos, y a los que deberán ajustarse los participantes de los mismos.
Este modelo de comercio, puede resultar favorable a las partes, donde cada uno busca aprovechar las ventajas que le da su economía y obtener de los otros aquello que le hace falta, viéndolo de una manera simple y sencilla. Sin embargo, las cosas son más complejas de lo que se pudiéramos imaginar, ya que se dan reglas precisas en muchos aspectos, periodos de tiempo y no solamente económicos sino hasta legales y de “castigo”.
Esto, viéndolo desde un punto de vista material y reglamentario. Pero estos compromisos tienen mayores efectos a los pactados; uno de ellos es el que vivimos ahora como consecuencia de la Guerra Rusia-Ucrania, los energéticos, los fertilizantes, las medidas de presión de los miembros de la OTAN al gobierno ruso, la respuesta rusa a sus adversarios y la alianza Rusia China. Todo esto causa efectos inflacionarios, además de otros entre las economías entrelazadas, expandiendo sus estragos a otros países como si se tratara de una pandemia.
Esta semana el INEGI publica que la carestía en los alimentos es el principal motor de la inflación en nuestro país. Siendo así, los mayores impactos los padecen las amas de casa, quienes son las que acuden a los centros de abasto donde es más palpable el problema, ya que es ahí en donde se siente la merma a los escasos recursos que percibe la clase trabajadora, mismos que dependen de ingresos fijo, que solo se incrementan una vez al año. Un problema que tendrán que considerarlo muy en serio los representante de los trabajadores, ya que de tomarse acuerdos a la ligera con la parte patronal, los esfuerzos del gobierno de la Cuarta Transformación en este terreno, quedarán mermados en sus logros.
El incremento anual del 13.77 % que han ganado los alimentos hasta la primera quincena de agosto, ocasionan un severo impacto en los bolsillos de los trabajadores, si a éste lo comparamos con lo alcanzado en la ya muy lejana segunda quincena de agosto de 1999, cuando se reportó un incremento del 14.53%.
En la entidad este problema está causando ya serios estragos, al grado de que comienzan aparecer establecimientos cerrados, no solo en centros de abasto popular (como lo ha reportado PRESENTE), si no por igual en aquellos de plazas comerciales, no obstante, las estrategias instrumentadas por el gobierno de la República para contener la demanda y consecuentemente las alzas de manera constante en la mayoría de los productos básicos.
Este impacto no sólo es económico, se padece por igual de manera emocional, ya que de una quincena a la otra los precios se incrementan, impresionan y socaban la seguridad alimentaria de la población, quienes se anticipan qué les espera para las siguientes quincenas y hasta dónde podrán llegar con los ingresos de los que disponen la familia.
Pero, como le comento, es un fenómeno mundial ante el que el gobierno mexicano ha hecho su parte para evitar una crisis mayor. ¿Cuánto aguantará?