Salud pública: los servidores del sector en primera línea de combate; prevenir agresiones

Preocupa la creciente discriminación y violencia; mejores herramientas; Dotar de equipo, instalaciones, protección; no contaminar ni contaminarse

LOS TRABAJADORES de la salud en México y en el mundo están en la primera línea del combate a la pandemia, luego de que el virus COVID-19 comenzó a expandirse casi inexorablemente a todo el mundo. Saturados de imágenes sobre lo que sucede resulta difícil detenerse en alguna, pero a este columnista le parece ilustrativa aquella en la que un médico llega a su casa y tiene que frenar el entusiasmo de su pequeño hijo que corre a tratar de abrazarlo como bienvenida. Ocurre con las enfermeras, muchas de ellas jefas de familia. 

Ahora, abundan los reportes sobre las crecientes agresiones al personal médico y de enfermería por parte de gente que ve a este sector como potencial fuente de contagio. En especial a quienes están dedicando su esfuerzo a la atención, día y noche, de los contagiados por la nueva variedad de coronavirus.

Se indica que las denuncias por agresiones y actos de segregación que recibió el Consejo Nacional para Prevenir la discriminación (Conapred) aumentaron más del doble entre el 6 y 9 de abril. Estos deplorables actos han ocurrido dentro y fuera de los hospitales. Y siguen al alza.

La Conapred emitió recomendaciones formales y obvias: que se proporcionen todos los insumos de protección necesarios a médicos y enfermeros, para que puedan realizar con seguridad su labor; que se garantice el derecho al descanso y al tiempo libre a médicos y personal de enfermería, así como a residentes, internos de pregrado y pasantes.

Para proteger al personal de salud en sus centros de trabajo y en los alrededores, las autoridades policiacas han ofrecido desplegar elementos. Bien, pero eso no basta, porque las agresiones en la vía pública van en aumento. Habrá pronunciamientos condenatorios y quejas, pero tampoco es suficiente.

ACCIONES BÁSICAS

ESTE columnista consultó a personas relacionadas con el quehacer sanitario, coinciden en sugerir dotar de casilleros (lockers) suficientes  y área de vestidores para que el personal de clínicas y hospitales no se vea en la necesidad de llevar y traer puestos sus uniformes de la casa al trabajo y viceversa. Además, me dice un ex trabajador del sector: “aparte de que no tienen donde dejar su vestimenta, desde hace unos 15 años se relajó la disciplina y también se impuso una moda por lo que todo mundo usa uniformes todo el tiempo, sobre todo los quirúrgicos. Desde mi punto de vista –anota- y siguiendo las enseñanzas recibidas en mi formación, nadie debe de usar uniforme en las calles”.

Lo recomendable, me comentan, es exigir para los trabajadores de la salud en todos los niveles que los doten del equipo indispensable, independientemente del área donde se encuentren. Los guarda ropas deben estar disponibles “para cambiarse al llegar al trabajo y a la salida, así llevar su ropa en bolsas de plástico, y antes de salir, bañarse. Lo recomendable es no portar uniformes (ropa de trabajo) en la calle, tanto para no contagiar a quienes viajan con ellos como también ahora ante la inseguridad”.

Parecería un tema simple, pero muchas veces nos perdemos en la descalificación y la condena que no resuelven el problema inmediato.

Insisto, debemos apoyar en todo lo posible a quienes no sólo tienen días agotadores –en todos los niveles de combate a la pandemia- y repudiar las agresiones, pero es urgente orientar hacia soluciones prácticas.

PRÁCTICAS PREVENTIVAS

ESTO me lleva a otro tema tratado recientemente en una conversación que tuve con el médico veterinario Miguel Garibay Solorio quien en una entrevista nos habló de las elementales “medidas de bioseguridad” que se ponen en práctica diariamente en las granjas agropecuarias (en su caso en las porcícolas).

Expuso: “los método de control los usamos con mucha frecuencia en la prevención de enfermedades contagiosas. Primero evitamos el ingreso y la circulación de personas, objetos y animales a una unidad de producción. Si es indispensable que entren debe ser vigiladas cumpliendo estrictos controles sanitarios. Tenemos una zona sucia para dejar la ropa de fuera, el baño para eliminar gérmenes y a partir del baño la utilización de ropa propia de la granja a la que se va a ingresar”.

Lo mismo sucede cuando la persona o los trabajadores salen de la unidad de producción: Se debe cumplir con el principio de no contaminar y no ser contaminado. Ahí estriba el control sanitario. Cuando se rompe este control de bioseguridad ocurren fracasos tremendos que ponen en riesgo la continuidad de las empresas”.

La experiencia en el combate y manejo de las epidemias, dijo Garibay Solorio indica que se deben aplicar medidas estrictas de bioseguridad, así –por ejemplo- existen controles en el ingreso a nuestro territorio de productos y sustancias potencialmente riesgosas. En el caso del COVID-19 también estaríamos hablando de personas que representan un riesgo de contagio a las cuales –indicó- debieron aplicarse “medidas estrictas sanitarias de cuarentena para tener el seguimiento de los individuos que ingresaron”.

AL MARGEN

ALGUNAS comunidades han establecido medidas muy simples y a veces duras para evitar que ingresen potenciales contagios a poblados sin clínicas ni médicos. Lo hacen a su real saber y entender. Ojalá esto nos enseñe a diseñar protocolos científicamente probados. Futuro depende de la prevención.