OPINIÓN

Se debe consultar al pueblo y no hipotecar el futuro
04/06/2022

Fue su propia madre quien le enseñó muy joven las virtudes de la independencia financiera

TERCERA DE LA SERIE.- El aspecto psicológico (y desde luego filosófico también) de la deuda es muy importante. Hay personas quienes no  especularían con la deuda ni trataría de aprovecharla bajo ninguna circunstancia. En el caso de José Antonio Álvarez Lima, ex gobernador al que cité en mi anterior entrega por haber establecido en Tlaxcala el impedimento legal para hipotecar al estado.  Puedo sostener que es mi propio caso porque  eh estudiado los efectos nocivos de endeudarse.

Fue su propia madre quien le enseñó muy joven las virtudes de la independencia financiera, como si fuera todo el país de China condensado en una sola persona.

Seguramente muchos de nuestros gobernantes y sus “expertos” financieros no han tenido la suerte y el beneficio de una formación similar, y por ende sus conductas favorecen el endeudamiento, sea privado o público, pero mucho mejor la deuda pública con beneficios privados. Porque estas personas predominan en nuestro país.  La filosofía dominante de las instituciones nacionales favorece el endeudamiento. Un déficit democrático muy importante, y una lacra política del mayor tamaño que pesa alrededor del cuello del país en su búsqueda de una mejor democracia.

Por ello, en sociedades más cuidadosas con su endeudamiento, es el pueblo directamente que asume su deuda pública, en el entendimiento que por “pública” solo se quiera decir “el conjunto de familias de ese pueblo”. Por ejemplo, así funcionan hasta hoy día los gobiernos locales de las principales federaciones desarrolladas, como es el caso de los Estados Unidos. Yo mismo pude ver lo que De Tocqueville vio hace dos siglos a su asombro (también el mío): como el pueblo, en asamblea abierta que invita a todos, debate las opciones disponibles y vota para cargarse de una nueva deuda con su pago total comprometido mediante una carga fiscal sobre sí mismo.

Cuando era un profesor joven en la Universidad de Lincoln, vivía en el pueblo cercano de Oxford en el Sureste de Pennsylvania. Mi vecino, un panadero, tocó mi puerta para informarme de la reunión. Yo fui con él y bajo su tutela con explicaciones detalladas del proceso novedoso para mí, pero no para él, pude constatar como el pueblo consideró las dos opciones para endeudarse: unas canchas de basquetbol para los jóvenes; o un sistema de drenaje para unos departamentos, cada uno con sus costos y financiamiento cargados a las cuentas de impuestos sobre la propiedad de los mismos participantes.

Entonces, la pregunta es democrática: este proyecto le va a costar tanto en tu impuesto predial; el otro le va a costar tanto. ¿Cuál de los dos quieres autorizar?

Es el ejercicio de la democracia directa en un tema considerado super importante por ese pueblo. Por ello, hasta hoy día, más de medio siglo después, sus finanzas públicas son sanas, y la comunidad, ahora con más de 5,000 habitantes, no tiene que sufrir los estragos de otras con un endeudamiento frívolo e improductivo determinado por sus representantes sin su aval, sustituido por el de la legislatura (otros representantes, pues, pero no el pueblo).

QUE OTROS PAGUEN

En México, nuestras raíces democráticas no son tan profundas, y por ende decisiones que en otras democracias pertenecen al pueblo en forma directa en nuestro país recaen en unas personas representantes del pueblo. La distinción es importante: en el primer caso, esas personas proponen al pueblo que decide; en el segundo caso, esas personas proponen el endeudamiento del pueblo a otras personas quienes deciden, y el pueblo no participa directamente con el conocimiento de las repercusiones del endeudamiento público. Estas repercusiones, por ser futuras, no se estiman. Nadie calcula quienes no tendrán agua potable, drenaje o saneamiento por incurrir en una nueva deuda, y las victimas del proceso no están informadas de su situación.

Tampoco existe el andamiaje jurídico para que se limite el endeudamiento público a proyectos financieramente productivos, que los hay por todas partes, pero que requieren de esfuerzo, honradez y otras virtudes, para ser realizados con éxito. Es mucho mejor y más fácil poner en juego los vicios. De manera similar, en las democracias maduras, el endeudamiento público está en el discurso político, conforma parte de la plataforma política de partidos y de la filosofía de las personas. Aun así, no hay garantías que el endeudamiento público no se convierta en un grave problema. (El autor es Doctorado en Economía por la  Universidad de Pennsylvania, 1971)



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