Se festejan los triunfos, no las derrotas
En un craso y grave error se ha estado anunciando celebrar el año entrante el bicentenario de la independencia nacional y el quincuacentenario de la ciudad de México
En un craso y grave error se ha estado anunciando celebrar el año entrante el bicentenario de la independencia nacional y el quincuacentenario de la ciudad de México, aludiendo a la rendición de los mexicas el 13 de agosto de 1521, cuando cayó la ciudad de México, que no Tenochtitlán, el nombre que quisieron imponer los invasores para borrar su historia, pero que subsistió y le dio nombre al país y a nosotros identidad.
En varias traducciones de los llamados historiadores que vinieron con Cortés, asientan que Cuauhtémoc hablaba de su ciudad de México. Al dar cuenta de su asesinato, después de haberlo torturado quemándole manos y pies, en busca del oro, asientan que Cuauhtémoc dijo a Cortés: “O Capitán Malinche, días ha que yo tenía entendido e había conocido tus falsas palabras, y que esta muerte me habías de dar, pues yo no me la di, cuando te entregaste en mi ciudad de MÉXICO, porqué me matas sin justicia?”
Los códices hablan que las tribus nahuatlacas salieron de la mítica Aztlán en 1067 y se asentaron 8 años en Chicomóstoc. De allí partieron al sur en 1075 y los últimos en salir fueron los aztecas, a los que reunió su líder y les dijo: “de aquí en adelante, ustedes ya no son aztecas. Se llamarán mexicas, en honor de mexitl, la otra cara de Huitzilopochtli, su dios tutelar. Y habrán de caminar hasta encontrar la señal. El descenso de Huitzilopochtli, --colibrí siniestro o zurdo—quien bajará del cielo, convertido en águila, para posarse en el gran árbol del mundo –el nopal--, donde luchará contra un monstruo de la tierra, la serpiente, a la que devorará. Y allí fundarán su ciudad y allí serán poderosos”.
Y los mexicas caminaron 250 años, de 1075 hasta el 8 de junio de 1325, en que encontraron la señal y fundaron su ciudad, teniendo en un principio que someterse como esclavos del señor de Azcapotzalco, pero pronto cambiaron los papeles.
Los mexicas construyeron un acueducto desde Chapultepec para llevar agua dulce a su ciudad, lo que no habían podido hacer los de Azcapotzalco, que molestos les declararon la guerra, que los mexicas ganaron y se convirtieron en amos del Valle ahora de México, que literalmente quiere decir el sitio de los mexicas.
En el corazón de la patria, en la Plaza de la Constitución, llamada así para conmemorar la Constitución de Cádiz, en nuestro zócalo, a un costado del antiguo edificio del ayuntamiento, hoy sede del gobierno de la ciudad y frente al edificio de la Suprema Corte de Justicia, en lo que fue el mercado del volador, se encuentra una escultura de Juan Olagíbel que simboliza el descubrimiento, por parte de los migrantes mexicas, del sitio deparado para la fundación de México.
Y he allí nuestro bello escudo que simboliza el triunfo del espíritu sobre la materia, el triunfo de todo lo que vuela, el águila, sobre todo lo que se arrastra, la serpiente.
Por tanto, hay que desmentir la majadera versión de lingüistas malinchistas que pretenden aplicar raíces para dar el estúpido origen de “ombligo de la luna”.
Celebramos la batalla de Puebla, el triunfo del 5 de mayo de 1862 sobre los invasores franceses, no su rendición y caída el 17 de mayo de 1863. Celebramos nuestros triunfos, no nuestras derrotas, y la ciudad de México, la ciudad de los mexicanos, se fundó el 8 de junio de 1325, hace 695 años.
Apreciamos al pueblo español. Hemos recorrido gran parte de su territorio, de norte a sur, disfrutado de su gastronomía y su arte; nuestro espíritu se ha alimentado con el Quijote, pero la tierra de Cervantes desgraciadamente nos mandó lo más abyecto de su sociedad en el siglo XVI.
En la iglesia de San Hipólito, a un costado de la Alameda Central, durante toda la colonia, se reunían todos los 13 de agosto dignatarios del virreinato y el clero para celebrar la caída de la ciudad de México. Por si no lo saben algunos malinchistas, les informamos que ya no hay colonia, ya no somos tierra de conquista, y no tenemos porqué continuar con esta celebración.