“Se los dije”

Los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no han dudado un ápice en recordar a los impugnantes

La sinrazón de quienes se asumen como los potentados de una borracha clase gobernante que pretenden imponer su ley, por las buenas o por las malas, muestra una mezquina violación al espíritu democrático de un país al que desde un idealismo enmascarado se le pretende mostrar libre y soberano. Para ser claros, una farsa que le tiene por rehén.

Los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no han dudado un ápice en recordar a los impugnantes que las autoridades de cogobierno, ejecutivas y legislativas, en su desempeño cono representantes populares son designadas por la voluntad popular para representarle en sus intereses y no ser sumisos al instituto político del que proceden, ese que les postuló.

En la era del régimen “aterciopelado” de la cuarta transformación, los legisladores del Congreso de la Unión además de obedecer a ese interés faccioso en vez del social se empeñan como mayoría parlamentaria y aliados por hacer valer una caprichosa voluntad que rompe con lo preceptuado por el artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Literal: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental”.

A 103 años de la promulgada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, vigente -el cinco de febrero de 1917- habría que puntualizar la infinidad de ocasiones en las cuales ha sido objeto de modificaciones, según la coyuntura de los tiempos y circunstancias de aquellos a quienes les ha correspondido cogobernar.

El régimen actual desde el poder legislativo no ha sido distinto de los anteriores sino que ha continuado con el mismo comportamiento mezquino de amoldar la carta política constitucional a las conveniencias de la bancada mayoritaria por sobre las minoría, pisoteando “la voluntad del pueblo mexicano”.

Un régimen legislativo que desde el Congreso de la Unión en donde un selecto grupo de elite es el que dispone y sus afines parlamentarios(sic)  muestra su aprobación a la hora de apretar el botón en pro, cada que se abre el tablero de votación para el visto bueno de un decreto de ley y/o reforma constitucional por regla común, perjudicial al colectivo social.

Los anteriores regímenes y el actual son lo mismo pero aún más mezquino estos cuando se trata de aniquilar los contrapesos o bien poner a merced suyo los organismos autónomos; por los que mucho lucharon desde la oposición, pero que ahora ya de este lado le son un estorbo.

Lo peor está por venir, infiltrar al organismo depositario de la función pública de organizar las elecciones “libres y auténticas” para renovar a las autoridades de gobierno: el INE, el primigenio de los contrapesos democráticos.

Este organismo corre el riesgo de contaminar su libertad por hacer prevalecer las reglas de una competencia equitativa entre partidos y candidatos, a partir de la designación de cuatro nuevos consejeros afines que le harían el juego sucio a la cuarta transformación cargando los dados en su favor dentro del Sistema Nacional de Elecciones.

Los planteamientos de la oposición porque se respete la independencia institucional al INE serían algo así como un grito en el desierto, donde quienes poseen el monopolio del mando y sus aliados gestionarían las dos terceras partes para cumplir con la consigna de la cúpula por lograr las dos terceras partes de los votos, “maiceados”.

Ante el apremio porque se agotan los tiempos de aquí al 31 de mayo para realizar una reforma electoral integral y/o mínimamente parcial, lo único que muestran con su comportamiento en el tema electoral orientado a ahogar aquello que costó una lucha histórica por construir el entramado democrático.

El mismo destino tendrían instancias que perderían su autonomía como el Banco de México, el INAI, la Cofetel y hasta el IFT, como  ya ocurrió en el pasado con la Suprema Corte de Justicia de la Nación -entendido como el tercero en la división de poderes-, hasta desembocar en la designación ilegal en la presidencia de la CNDH.

El diputado Porfirio Muñoz Ledo, quizás el último de los decanos de la genuina política, advirtió -en vísperas de la pasada navidad-  la “obligación” de que Morena como grupo parlamentario no repitiera las mismas conductas de un PRI falto de criterio e iniciativa para asumir las decisiones trascendentales que en congruencia social le corresponden.

La generalidad de los conversos a Morena no olvidan que de origen se acuñaron en la ideología priista autocrática y autoritaria, la misma que hoy practican.

Del renacentista italiano Nicolás Maquiavelo, un incomprendido “padre” de la ciencia política moderna, asociado con aquella tergiversada doctrinal en la que se enuncia descontextualizado el cliché de que “el fin justifica el medio”, los del régimen de la cuarta transformación en los hechos no han evolucionado pesando la lógica de lograr imponerse del modo que sea y al precio que sea. Queda claro que neuronas no tienen.

Lejos de honrar la investidura que les legó la voluntad popular, a mitad de la legislatura en su insensatez se han ocupado de borrar todo aquello que contravenga a una cuarta transformación en la idea de implementar un régimen de gobierno progresista, concebida desde la izquierda que pero que igual no asimilan su trascendencia.

Bitácora

La ciudadanía poco o nada importa a los presuntos políticos que sólo buscan su voto, nada más.

eduhdez@yahoo.com