Se perdió el encanto

Cuando el PRD ganó por primera vez las elecciones en Tabasco estando a la cabeza visible Arturo Núñez, pero con la figura imprescindible de apoyo de Andrés Manuel López Obrador

Cuando el PRD ganó por primera vez las elecciones en Tabasco estando a la cabeza visible Arturo Núñez, pero con la figura imprescindible de apoyo de Andrés Manuel López Obrador, los programas priistas neoliberales de la generación anterior que habían concentrado la riqueza y el poder en muy pocas manos, minando la democracia efectiva, comenzaron a resquebrajarse. Sin embargo lo que parecía que iba a ser uno de los avances más prometedores para el futuro de Tabasco se vino totalmente abajo a la vista de la actitud del gobernante que dejó sus ansias de venganza al libre albedrio de su esposa Martha Lilia y a esa especie de consigna que tenían sus funcionarios: “Se abre la veda del saqueo y hay barra libre para todos nuestros amigos y leales”. La democracia fue socavada durante seis años y la toma de decisiones se trasladó a la “burocracia con derecho a picaporte” bajo la sombra de la “gobernadora”. Los partidos tradicionales rápidamente perdieron miembros por la derecha y por la izquierda y muchos de sus militantes quisieron entrar a esa cueva de ladrones en la que muchos consiguieron pasar. Frente a aquellos atropellos, que solo pueden cometer los sátrapas, MORENA propuso el “seis de seis” y  PRI y PAN, y en buena medida los fieles creyentes de las ideas perredistas, perdieron el encanto, se quedaron sin hogar ideológico e incluso físico, literalmente, como fue el caso de los amarillos. Su representación quedó limitada a la beneficencia de las plurinominales y su fuerza popular prácticamente dejó de existir. La situación sigue siendo la misma y prácticamente casi todo el espacio ideológico lo ocupa MORENA y las encuestas apuntan a que ocurre lo mismo con el electoral. Ni la situación económica, ni la pandemia, ni la delincuencia han conseguido agrietar el partido-movimiento de AMLO, ni en Tabasco ni en México. Existe el desencanto general, e incluso un clima de impotencia y enfado con el poder real que, al menos en principio, están sujetos a las políticas democráticas y al mercado, pero no es suficiente para que los mexicanos dejen de tener esperanza en AMLO y su partido.  Todo lo que hemos visto hasta ahora, incluido el minimalista FRENAA, son experimentos,  de la escasa aunque visible, oposición atrincherada en las cuevas de su escaso patrimonio personal y que no cuenta con dinero público para financiarse, que es la única manera que conocen de hacer política. Tímidamente creciente, la oposición al asalto morenista subraya otro aspecto crucial de la situación general: deja de lado a los ciudadanos, que se niegan a aceptar el papel de “espectadores” (en vez del de “participantes”). Esta desobediencia siempre ha sido motivo de preocupación para las clases hasta ahora dominantes. Si nos ceñimos a la historia mexicana muy reciente, Emilio Azcarraga padre, veía a la gente común como “jodidos” cuando le preguntaban a quien dirigía sus emisiones y a los trabajadores que integraban las milicias que estaban bajo su mando en Televisa como “soldados del PRI”. El año que viene hay elecciones sin que se prevean cambios significativos en las preferencias de los ciudadanos votantes, a no ser que ocurra un error monumental en el ejercicio del poder de AMLO. En Tabasco no hay duda de que se perderán varias de las alcaldías que hasta ahora estaban en manos de MORENA y posiblemente la oposición pueda conseguir al menos uno o dos diputados por los votos pero ni por separado ni juntos los partidos opositores tienen nada que ofrecer. Ni caras nuevas, ni poderosas propuestas ni ilusionantes proyectos.