Sobreviviendo la pandemia y las inundaciones

Qué situación tan terrible y angustiante ha padecido todo el mundo por la rápida expansión del coronavirus SARS-COV2 que provoca la enfermedad llamada Covid-19

Qué situación tan terrible y angustiante ha padecido todo el mundo por la rápida expansión del coronavirus SARS-COV2 que provoca la enfermedad llamada Covid-19. A casi un año de su aparición en China aún estamos sometidos a sus caprichosos y destructivos efectos en la salud, que ha cobrado innumerables decesos; en la economía, que se desplomó brutalmente; y en la toma de conciencia de nuestra realidad y vulnerabilidad como seres humanos.

Su vertiginosa propagación sorprendió a todos, en especial a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que declaró al brote de coronavirus como una pandemia hasta el 11 de marzo de 2020, ya cuando la enfermedad empezaba a hacer estragos en algunos países de Europa (Italia, España, etc.) y las autoridades anunciaban el confinamiento total de la población que provocó el paro económico.

La conducción de la lucha global contra la pandemia por la OMS y la coordinación de los gobiernos para ofrecer un frente unido a esta nueva plaga brilló por su ausencia. La lentitud con la que muchos países reaccionaron y los deficientes servicios de salud ha tenido resultados aterradores.

Los gritos de agonía de miles de enfermos que no alcanzaron cama de cuidados intensivos en los hospitales retumban en los oídos de quienes se coludieron para debilitar al Estado, limitando los servicios públicos y el bienestar social.

El impacto en la economía ha sido de grandes proporciones. Los trabajadores y los excluidos del modelo neoliberal son, como siempre, los más afectados. El desmedido incremento del desempleo y la pobreza ofrece para muchos una triste y depresiva navidad. Mientras el coronavirus resurge con nuevos bríos hasta que la vacuna logre detenerlo.

Para el ex rector de la UNAM, Pablo González Casanova: “Lo más grave de la crisis por la pandemia de Covid-19 es que está acentuando las desigualdades que hay en la tierra y entre los seres humanos… Estamos pensando en curar a un enfermo y no en qué vamos a hacer en este mundo nuevo y amenazador”.

Cada catástrofe deja una lección. La pandemia de la Covid-19 ha sido tan destructiva que exige de los sobrevivientes una profunda revisión de las estructuras políticas, económicas y sociales, con el objeto de impulsar las grandes trasformaciones para construir un mundo nuevo, más justo e igualitario.

En México se daban los primeros pasos en este sentido con un auténtico combate a la corrupción, a la desigualdad y a la pobreza cuando se nos vino encima la pandemia. Pronto los poderosos grupos económicos, los dirigentes partidarios opositores, la Alianza Federalista de gobernadores, la mayoría de los medios de comunicación convencionales y su delirante comentocracia, encontraron un campo propicio para ofrecer una mayor resistencia a los cambios, intentando por todos los medios evitar que Morena gane en las elecciones de 2021.

Sin duda, este vicho microscópico, contagioso y mortal se ha ensañado con los mexicanos, en específico, con el número de fallecimientos que, si bien tienen muchas explicaciones, los conservadores lo utilizan para atacar al gobierno, al igual que lo hacen con el dichoso cubrebocas porque el presidente AMLO normalmente no lo usa. También se rasgan las vestiduras por la estrategia aplicada para la recuperación económica, en donde se optó por apoyar primero a los pobres y no endeudar al país para rescatar a las grandes empresas.

Las derechas están en la fase de negación, dicen “Sí por México” de dientes para afuera, pero no entiende que los grades cambios se dan de abajo hacia arriba, que en una democracia las mayorías mandan y que los sobrevivientes de esta infausta catástrofe están en pie de lucha para construir un mundo mejor que ofrezca oportunidades de trabajo para todos, servicios públicos de calidad y protección al medio ambiente, entre otras cosas. Dejar atrás la pobreza y las desigualdades sería el mejor de sus éxitos.

Sobre la catástrofe hidrometeorológica que con fuerza inusitada se ensañó de nueva cuenta con Tabasco, los expertos coinciden en su posible prevención dado que la experiencia ofrece elementos (temporada de lluvias, manejo de presas y zonas más inundables) para reducir sus efectos destructivos.

Sin embargo, de las dos últimas inundaciones (1999 y 2007), que dejaron daños materiales incalculables y una gran pobreza, poco se aprendió. Ni Vicente Fox ni Felipe Calderón como presidentes, ni Manuel Andrade ni Andrés Granier como gobernadores hicieron lo propio para evitar daños catastróficos a muchos tabasqueños. Se asignaron importantes recursos que, según dicen, se fueron por el caño de la corrupción. Hasta Peña Nieto, dicen, desvió los recursos dirigidos a evitar inundaciones.

El presidente AMLO se ha comprometido con sus paisanos de hacer las inversiones necesarias para poner en marcha un plan que verdaderamente reduzca las inundaciones y su potencial destructivo. A los sobrevivientes de esta nueva catástrofe nos corresponde estar atentos a que las autoridades respectivas cumplan cabalmente con este compromiso.