Soy migrante, una historia que se repite

A escasos minutos de iniciar mi primer día de migrante

A escasos minutos de iniciar mi primer día de migrante, a la zaga han quedado mi hijo, familia, hermana, amistades y vecinos; la noche ha sido muy larga, muchos cuestionamientos, auto interrogatorios, incertidumbre; no sé, solo sé que ante la realidad que enfrento, jamás habría imaginado los sentimientos que ahora experimento.

Me encuentro en el aeropuerto internacional de Cancún, viajamos toda la noche de Villahermosa a esta ciudad. Me acompaña un hermano menor que yo, habremos de recorrer juntos esta aventura o desventura. No sé qué tanta realidad habrá en lo que he de vivir fuera de mi país; ahora es cuando vamos a encontrarnos en el escenario de quienes subsisten y deben enfrentar una vida fuera y lejos de los suyos.

Mientras no conciliaba el sueño, anoche intenté responder a muchas de mis interrogantes. Hay quienes aseguran que ser migrante es un derecho, aunque para la inmensa mayoría -pienso- lo enfrentan como una obligación, es el último de los recursos; aún a costa de la vida misma. Para muchos de ellos es mejor morir en el intento que a la espera de un milagro; lo más triste y doloroso es que en ese razonamiento van incluido los hijos.   

Meditando, me doy cuenta de que hay diferentes tipos de migrantes: desde quienes cruzaron el Estrecho de Bering, los que son expulsados de sus países por razones políticas, como el caso de los judíos, o hasta los modernos que tienen aspiraciones válidas por una vida más digna, sin dejar de lado a los que buscan saciar el hambre de familiares y propia.

La migración es un fenómeno que ha existido desde siempre, las razones muchas, forzada o voluntaria, cualesquiera que fuera, es una necesidad inherente al hombre, en los tiempos actuales es lamentable que una inmensa mayoría continúe migrando por necesidad y no por voluntad propia, por aspiración, que lo haga porque en su lugar de origen no hay las condiciones de desarrollo mínimas para vivir. Que deban decidirse por una travesía de riesgos inimaginables, en el que el tiempo y espacio son inciertos, de riesgos a cada momento, asaltos, secuestros, violaciones, hambre, enfermedad y hasta la pérdida de la vida misma, sin que los tuyos vuelvan a saber de ti.

Ahora mismo me doy cuenta, sin que me lo haya propuesto de lograr emplearme, voy a contribuir a una causa que no me la propuse: las remesas. Tenía empleo, tenía ingresos, pero únicamente nos daba para medio vivir. No hay esperanzas de lograr un ahorro, una mejor condición de vida; solo nos alcanzaba para comer, vestir y el pasaje, presentarme de nuevo al trabajo; no hay la oportunidad de ir mejorando, de llegar a tener una senectud decorosa. El empleo sólo te permite sobrevivir para trabajar y cuando se desgasten tus fuerzas, ahí te ves, ahí los que vienes arrastrando contigo tendrán que hacerse cargo con su peculio para enterrarte. 

Acabamos de arribar al aeropuerto de Toronto, pasamos los controles sin contratiempo, ahora mis temores están cambiando. Sólo espero ser recibida y respetada en mis derechos de migrante. Siento temor a la discriminación, nunca antes la he padecido ni espero vivirla. Ojalá y con quienes deba interactuar no hagan distinción en mi contra, se me excluya, restrinjan o demeriten por mi condición migratoria, por mi nacionalidad, color de piel; sólo aspiro a un trato digno y de respeto. Hoy es mi primer día de migrante.