OPINIÓN

Tabasco y sus frutos exóticos
06/04/2023

Durante las vacaciones de Semana Santa, muchas personas y familias acudirán a lugares turísticos y balnearios

Durante las vacaciones de Semana Santa, muchas personas y familias acudirán a lugares turísticos y balnearios; para nuestro caso, visitaremos la casa de doña Nery Córdova, dueña de una pequeña plantación de cacao enclavada en la ranchería Pino Suárez, Comalcalco, Tabasco. Muy cerca de la costa tabasqueña, rayando con el municipio de Paraíso; una propiedad renovada con cacao orgánico. En los alrededores de su casa cultiva plantas medicinales, de ornato, flores y arboledas; para llegar hasta ella, se transita por un sendero copado de cacaotales, palmeras de coco, árboles de mango, cedro, macuilís, lluvia de oro, limones y frutas exóticas.

        

Entre los frutos que cosecha está el mamey, una exquisita fruta que se dio probar al Papa Juan Pablo Segundo en su visita a Tabasco;  limón rey, guaya, ciruela, guanábana, jagua, mandarina, toronja rosa, grosella, el tamarindo y el cuinicuil o cuajinicuil, entre otros. Este último, precisamente el que más llama mi atención, una vaina que en su interior tiene unas semillas forradas con una cubierta blanca parecida a un algodón dulce; las semillas son verdes, más grandes que el grano del cacao, amarga cuando cruda y comestible al cocinarse.

Recuerdo que, en la infancia, cuando Villahermosa era una provincia apacible, la semilla la cocíamos en agua con sal para luego sentarnos en el quicio de una puerta a comérnosla, algo parecido a la pulpa de la castaña; también era complemento del puchero o caldo de res con las verduras. Esta planta se da en los estados de Tabasco, Veracruz, Oaxaca y el sureste de la república; la baja comercialización de la vaina que aún se localiza en algunos mercados, pasa por desapercibida y se pierde para las nuevas generaciones quienes no han disfrutado de esta.  

Cuajinicuil proviene del Náhuatl “Xoneculli”, que significa pie y “necuilli” torcido, lo que se traduce en árbol de pie torcido; curiosamente la vaina en uno de sus extremos presenta una cierta torcedura que asemeja un pie; la vaina puede llegar a medir 40 centímetros de largo y hasta unos 6 centímetros de ancho; el sabor es sofisticado y altamente apreciada por la gente que conoce el fruto. A decir de los conocedores, es la fruta más exótica que tiene México. Para abrir su textura leñosa debemos torcerla un poco, entonces se abre y se sacan los preciados “algodones”.  

        

La planta se usa como ornato, sombra, barrera rompeviento en las plantaciones de café y naranja; en Oaxaca, los chinantecos cocinan la semilla junto con el frijol y hojas de Amaranto. En Veracruz también se mezcla con maíz molido para hacer atole perfumado con vainilla, los Totonacas lo utilizaban para hacer gorditas de comal, hervido el fruto con sal y molido en el metate.   

Los estudiosos de este fruto nos cuentan que es bondadoso con la salud, ya que es rico en minerales como calcio, fósforo y ácido ascórbico que nos ayuda con la cicatrización y desinflamación de heridas y lesiones en la piel, por mencionar algunas.  

Bueno sería que las autoridades estatales pusieran en operación un programa de reproducción y replantación de frutos exóticos del trópico y, no permitir que se continúen extinguiendo en nuestro territorio, Cito: el mamey, la anona, la jagua, el cuajinicuil, el pataxte, marañón, caimito, chicozapote, grosella y otros. Bien pudiera darse en un evento de “Rescate de frutas exóticas” por el mandatario del país, Andrés Manuel López Obrador, antes de su partida del palacio nacional, como corolario del programa “Sembrando vida”, en Tabasco, y en el entendido de su gran amor por el verde del trópico.



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