Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazado

Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazado

Seamos serios. Cada partido tiene sus estrategias para elegir dirigentes y designar candidatos. Para repartir el poder, pues. Tiene estatutos, pero como se dice popularmente: política mata derecho…y grilla mata política. Muy pronto los militantes de tal o cual partido terminan decepcionados porque no hay piso parejo ni reglas equitativas para todos. El que tiene más saliva, y más palancas, traga más pinole.

Pero también seamos serios. En los partidos se sigue practicando una serie de “deportes” que se pulieron durante décadas del casi único PRI: el destape, el madruguete, el agandalle, los codazos, la cargada, la bufalada, la borregada, el acarreo, el dedazo. Se disfrazan, pero ocurren. Es una subcultura difícil de erradicar, aún por quienes se ofrecen como lo nuevo.

Hace unos días el gobernador Arturo Núñez se refirió al reciente destape de precandidatos en Morena Tabasco mediante el título de “promotores de la soberanía”.

Dijo el mandatario: “No quisiera emitir un juicio de valor sobre temas político electorales, pero me parece que una opción que se pretende hacer la transformación de México, no puede empezar engañando a la sociedad presentando como defensores de la soberanía lo que son sus verdaderos candidatos”.

Y añadió el también militante del PRD: “Es una pena que nos vayan a salvar los que están engañando de entrada a los electores para eludir la ley y para andar haciendo proselitismo de manera ilegal, subterráneas, con simulaciones. Qué pena, qué grave”.

No es la primera vez que se critica el mecanismo seguido por López Obrador y su partido para adelantar candidaturas. En Zacatecas, por la diferencia mínima de votación entre un candidato y otro, le fue anulado el triunfo a una candidata de Morena a la alcaldía de la capital de aquella entidad.  

El profesor e investigador Alberto Azis Nacif dijo que los partidos han buscado “figuras que actúan en una frontera muy débil entre lo que podría ser un trabajo político de organización, y un acto anticipado de campaña, con la promoción de un candidato o candidata y creo que este sería el caso con los llamados promotores de la soberanía”.

Entrevistado al respecto, el vocero de Morena, César Yáñez, argumentó que la misión de los promotores de la soberanía nacional no es la autopromoción, sino exclusivamente la difusión de la plataforma política e ideológica de Morena. Aseguró: “Cada partido tiene derecho a organizarse y promocionarse desde ahora y no solo en los tiempos electorales (…). Los promotores de la soberanía nacional se han conducido y se conducirán de acuerdo a la normativa tanto de Morena como de los órganos electorales”.

Los dirigentes de Morena dicen que no, que los promotores de la soberanía designados no son precandidatos. Que son sólo eso, promotores de partido. No son pero lo serán. Los hechos nos indican que cualquier parecido con la realidad es forzada coincidencia. Así pasó en las nueve elecciones para gobernador en el 2015, en las 12 del 2016 y en las tres del 2017. Aquellos militantes o externos –como Guadiana en Coahuila- que finalmente fueron candidatos, varios meses antes del proceso electoral, algunas hasta un año antes, fueron investidos como “promotores de la soberanía”.

En el caso de Javier May y Octavio Romero, que en 2015 fueron candidatos a presidentes municipales, por lo menos se guardaron las formas ya que uno actuó como dirigente estatal y otro como presidente del consejo político de Morena hasta poco antes de iniciar el proceso. ¿Por qué no dejaron a Adán Augusto solo como dirigente estatal y por qué no designaron a Evaristo Hernández como como dirigente municipal en lugar de promotores? Misterio.

Los propios militantes de Morena, los más críticos, señalan que en nada ayuda a la imagen de AMLO este tipo de prácticas, porque le da la razón a quienes piensan que tiene un ejercicio personalista del poder.  La pregunta se impone: ¿Podrían ser los morenistas ser la esperanza democrática de México?