Tercera llamada... ¡Cooomenzamos! (2)
EN LA ANTERIOR ENTREGA EL AUTOR SE REFERÍA A QUE “NADIE ESCAPA DE SU PERSONAJE”, PORQUE “SOMOS EL PERSONAJE QUE LAS PERSONAS MIRAN”. OFRECEMOS LA SEGUNDA PARTE DEL TEXTO.
EJEMPLOS Y MÁS EJEMPLOS
SE CUENTA AQUÍ en Tabasco que el recién fallecido, Javier López, visitó la universidad local invitado por la mesa directiva de alumnos. Y luego de la charla general sobre su vida, la importancia de los medios de comunicación, y temas afines, vinieron las preguntas y respuestas. Los y las muchachas se referían a él como Chabelo. Y con razón, ¿por qué no? Si habían crecido con él en esas citas dominicales, y cuando ellos, los estudiantes crecieron, se miraban al espejo y se dieron cuenta que ya no eran niños, y Chabelo seguía siendo el mismo, sin que le cambiara la voz. Y estaban ante Javier López, pero ellos miraban a Chabelo, nostalgia por su niñez cada vez más lejana. Y Chabelo para aquí, para allá. Y es cuando entonces él, cansado de que le dijeran como el personaje, fastidiado o juguetón, quizá, les dijo: "recuerden que al que invitaron fue a Javier López. Si hubieran invitado a Chabelo les hubiera salido muy caro económicamente".
CUANDO CALIFICAMOS a alguien o lo juzgamos por lo que hace como persona, lo hacemos porque lo vemos igualmente como personaje. Al profesor en una comunidad rural cuando se lo encuentran como persona normal en la ciudad, comprando en el supermercado como cualquier jefe de familia con sus necesidades, y peor cuando se lo encuentran todo acalorado tomándose una cerveza en un bar o cantina. "Profeee, que gusto verlo". O ahora con las redes sociales cuando se miran las fotos que sube, sea a él o a la maestra en la playa con sus trajes minúsculos de baño. Y esas imágenes las relacionan con la que tienen de él, ella, en el salón de clases. Hay casos extremos donde las han corrido (ojo violencia de género) porque subieron a su red social una foto dándose un beso con alguien, o con ropa breve o pose sensual.
PUEDE SER, quién sabe, a lo mejor. A veces me sucede que estoy tomando un café en lugar público. Y se me acerca alguien, me saluda, y me pregunta que si soy yo, el profe que publica todos los días en Facebook un texto extenso, y que si lo copio de alguna parte, que si yo escribo todo eso, que si sé todo eso o lo invento. Y luego de que me invitan un café con pan, o solo pagan mi cuenta, me dicen que me imaginaban distinto: más viejo, más joven, delgado, gordo, platicador, brillante, sonriente, mejor vestido, con la camisa por dentro, con los dedos amarillos de tanto fumar, más ojeroso por tanto café consumido o tanto amor hecho. Y me quedo callado. Y ellos esperan que diga algo. Solo les digo gracias, que la vida me ha tratado bien o mal, depende a quién tenga enfrente. Y se despiden, decepcionados, "chao, bye". Y a otra cosa mariposa.
YO NECESITO un personaje que me represente, que vaya por mí al taller literario, a las compras al mercado, que se tome café en lugar público y que hable, sonría, pose para la foto. Que responda bien a las preguntas. Que salude con abrazo fuerte bien actuado. Y como no lo tengo, tengo que realizar yo todo eso, que no me incomoda, pero no me salen bien las actitudes y gestos que esperan de mí. ¡Vaya!, ni tarjetas de presentación tengo. Y ni pluma traigo. Tengo el temor de que alguien me diga que soy un usurpador del Antonio que escribe todas las mañanas como un esclavo al servicio de ese otro que no sabe decir te quiero o amo si no lo siente. Tan fácil que sería mentir, de palabra y pensamiento.
EN ESTA GUERRA fratricida de egos, nada es verdad, nada es mentira, todo es de acuerdo al pensamiento con que se mira. Y como cada cabeza es un mundo, cada quien es personaje responsable de su propia obra. ¡Viva el escenario de la vida! ¡Viva el teatro! ¡Coooomenzamos!