Tiramos piedras en nuestro propio tejado

Más de 10 muertos por el virus y más de cien mil contagiados, con la economía nacional y mundial paralizada, y a la espera de reinventarse después de atravesar la inmensa crisis

Con más de 10 muertos por el virus y más de cien mil contagiados, con la economía nacional y mundial paralizada, y a la espera de reinventarse después de atravesar la inmensa crisis que nos acecha, con decenas de miles de empresas y millones de empleados que se encuentran varados en la incertidumbre amenazados por el cierre de actividades y el desempleo, y en general embarrados en este caos inesperado no deberíamos permitir que se imponga el interés de aquellos que se mueven pensando en unas elecciones sino en el primordial y sagrado deber comunitario de buscar soluciones. Porque de esta pandemia no podemos salir dejando a nadie en la cuneta y la solidaridad debe dejar de ser un concepto para definir para convertirse en el pan nuestro de cada día de todos los mexicanos. Cada quien que ponga su granito y a los políticos hay que exigirles que abandonen la búsqueda de la crispación. El uso más habitual del término crispación está relacionado a un estado de nerviosismo y tensión. Podemos decir que la voz mayoritaria de los mexicanos grita en estos días que “Estoy cansado de la crispación que existe en este país: todo parece ser motivo de enfrentamiento”. La noción de crispación es habitual en política, que es el ejercicio del poder para la resolución de conflictos. Si el gobierno, o los dirigentes de un país, no buscan la armonía con los sectores opositores, contribuyen al aumento de la crispación y, a su vez, encuentran trabas para gobernar. Pero si los opositores muestran, a todas horas, su manifiesta intención de derribar a un gobierno democráticamente elegido, incluso violando la ley y en el mejor de los casos la más mínima civilidad política, se entiende que los que se encuentran en el poder defiendan su legítimo derecho a ejercer su encargo popular que se les ha concedido por medio del voto. Viene esto a cuento por la manifestación que se celebró el pasado sábado en contra del Presidente López Obrador y que apenas reunió a unos cuantos miles de personas que quería manifestar su inconformidad, en pleno uso de todos sus derechos, que son muy respetables. Sin embargo esos magros resultados de apenas unos cientos de vehículos que hicieron sonar sus bocinas no son suficientes como para de ahí entresacar que “todo México” pide la remoción del Presidente. Es una situación que conduce a la pena ajena por lo vacuo de su posición. La forma de evitar la crispación es buscando el consenso, con decisiones que se tomen a partir del acuerdo de la mayoría pero intentando minimizar el nivel de conflicto con la minoría. El consenso permite calmar a la oposición, impidiendo que se alcance la crispación y que se llegue a un choque por cada posición encontrada. Enfrentamos una pandemia de proporciones inéditas, de la que aún desconocemos sus últimas capacidades para hacer daño. Y ahora que hemos entrado en la etapa de la Nueva Normalidad, que tiene como característica principal que son los gobernadores de cada estado los que deciden las medidas para lograr la salida de la emergencia sanitaria, hay que apoyar sin fisuras, y con el mejor de los ánimos, las medidas que nos dicta nuestro mandatario, Adán Augusto López Hernández, que después de asesorarse por los mejores científicos y los excelentes médicos que tenemos en Tabasco, han concluido que con ellas, y mucha prudencia, recuperaremos nuestras vidas y nuestro estado. Lo contrario es tirar piedras, más, en nuestro propio tejado.