TLCAN: Terror-pánico ¿por qué?

TLCAN: Terror-pánico ¿por qué?

Es extraña la sensación que se tiene en México al inicio de las famosas negociaciones al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (México, Canadá y Estados Unidos).

Es una especie de desconfianza, de duda respecto de la fortaleza de los representantes mexicanos en Washington para defender los intereses nacionales; ni el estado de ánimo, ni la garra política y razonable pero contundente en el discurso mexicano. Naturalmente no sólo se trata de discursos, también de argumentos y solidez eficiente para negociar y garantizar la defensa de los intereses mexicanos en comercio, producción, trabajo, exportaciones y derrama financiera.  

Los representantes mexicanos dicen que llevan evidencias de peso para negociar. Pero Estados Unidos, que seguro las conoce no está dispuesto ni a transigir: si a imponer y ahí radica el centro de la defensa nacional: nadar en aguas lodosas del capricho del actual presidente estadounidense.

Por supuesto que todos en México –o la mayoría - queremos que de esta negociación los intereses mexicanos salgan ilesos y aun beneficiados.

Se perciben dudas, temores y hasta las ganas de no contra replicar a los estadounidenses por parte de México en un discurso temeroso, ‘diplomático’ y evasivo. Pero una cosa es la diplomacia y otra el exigir respeto y hacer predominar mediante esa ‘negociación’ los intereses nacionales.

Con Estados Unidos los ciudadanos de a pie, en México, no tienen complejo de inferioridad. Se les ve en sus propios términos: los conocemos por historia y por presente. Hoy mismo su presidente se ha encargado de ensuciar las aguas del río que nos separa. Pero lo que sí nos genera esa sensación de desconfianza es la manera cómo ha manejado la relación el gobierno de Enrique Peña Nieto, desde la campaña de Trump y más tarde frente a sus dichos agresivos, majaderos y primitivos. En nombre de la ‘diplomacia’ el gobierno mexicano ha guardado silencio… o casi.

¿Por qué el terror pánico del gobierno mexicano? ¿A qué teme? Somos dos países. Cada uno con su propia historia y destino. Somos pares en tanto nación, Estado, soberanía, gobierno y sociedad. Y si es cierto que Estados Unidos es uno de los países más poderosos del mundo, esto se debe a la contribución que hacen países como México para su fortaleza económica y estratégica…

El miércoles 16 de abril, cuando ocurría la mesa de prensa en donde el responsable de la parte mexicana, Ildefonso Guajardo, Secretario de Comercio que es, se refería a lo ocurrido esa mañana durante los discursos de inicio de trabajos en Washington DC, sus respuestas a preguntas concretas y hasta espinosas eran del tono evasivo… y “no percibió la dureza de Robert Lighthizer”.

Todos los representantes de medios habían escuchado lo que él dice que no escuchó. Sobre todo el tono agresivo, agrio, contundente y amenazante de Lighthizer, representante de Trump:

“Por primera vez se va a empezar a negociar un gran acuerdo comercial que –enfatizó- ha fallado a millones de estadounidenses; los políticos estadounidenses han estado prometiendo renegociar el TLCAN durante años, pero hoy el presidente Trump va a cumplir esas promesas:

“¡Quiero ser claro: no está interesado en un mero ajuste de pocas cláusulas o un par de capítulos actualizados. Sentimos que el TLCAN fundamentalmente ha fallado a muchos, muchos estadounidenses y necesita grandes cambios!”

Más claro, ni el agua, que se dice. En esto de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte –para los mexicanos y su lenguaje aterrado y engañabobos es “modernización”— el equipo de ‘negociadores’ estadounidense va a lo que va, sin contemplaciones y en línea dura.

Desde su campaña, Trump traía la cantaleta del famoso “déficit comercial” que según sus cálculos tiene Estados Unidos con relación a México y, por lo tanto, el TLCAN ‘debería desaparecer’. Eso decía. Con el paso de los meses de aquella amenaza pasó a la “negociación” en donde se rescaten beneficios para Estados Unidos pues, dice, su país le compra más a México que a la inversa, y por lo mismo, salen perdiendo.

Su perspectiva es utilitaria y un tanto política porque quiere “cumplir una promesa de campaña”, como si muchas de éstas no se le hubieran caído ya a unos cuantos meses de su gobierno.

Canadá firme en su decisión de obtener beneficios y a sabiendas de que su fortaleza radica en que no hay el encono que Trump muestra hacia México, por principio de cuentas.

Pero eso es. Paso a paso iremos conociendo cuáles son los resultados de esta negociación (o “modernización”). Sabremos si los mexicanos, como los canadienses, obtenemos resultados que hagan histórica esta revisión del TLCAN.

Y ojalá que esa sensación de desconfianza y duda se transformen en ¡Vivas! Si la delegación regresa con la canasta llena de buenas noticias-ciertas-evidentes-tangibles y permanentes. Si es así se recuperará esa idea de entereza que debió predominar.

Pero ojalá no ocurra que nuestros delegados, luego de semanas y meses de encuentros lleguen con la canasta vacía y destilando lo poco que pudo llevar y con un discurso –sólo el discurso- de una victoria inexistente, pero políticamente ¿correcta? Ya veremos… poco a poco…