Toreros en tiempo de crisis: AMLO, Trump, Merkel, Bukele, decisiones técnicas y políticas

Liderazgo en tiempo de crisis: definir rumbo y comunicarlo

EL VIRUS es democrático, responde a una lógica que nada tiene que ver con la superstición o la mentira: busca su multiplicación, el máximo esparcimiento, me dice el economista Firdaus Jhabvala, quien me llama desde Houston preocupado por las más recientes noticias de México. Los gobernantes, los líderes, aquellos que tienen mayor número de contacto con la gente son la primera línea de control, luego sus subordinados y así sucesivamente, advierte. 

Insiste: “los líderes por ellos mismos, con su ejemplo, recetan la conducta que tendrá la mayoría de la población. Me parece que no se está entendiendo cómo se comporta una pandemia.”

El también especialista en planeación considera que ha faltado claridad y contundencia, oportunidad en el mensaje “porque en el modelo imperial de nuestro sistema se piensa que ellos (los poderosos) pueden dar órdenes al virus y que ellos están a salvo. Pero no es así. Hay que saber los más elemental de las matemáticas, lo que es un crecimiento exponencial”.

La mentira –reitera- “es dañina; creer que una superstición sea religiosa o no, te va a salvar, es mortal; el pensamiento anticientífico es virulento. Ahora no queda más que evitar que el contagio entre a la casa porque los portadores ya contaminaron a miles. Quiero ser optimista –concluye en esta breve charla Firdaus Jhabvala-, pero el optimismo debe estar basado en la realidad. Se requiere un mínimo de responsabilidad y entendimiento”.

Ayer nos enteramos que lamentablemente el gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, dio positivo; deseamos su pronto restablecimiento y ahora debe guardar cuarentena, lo mismo que otros contagiados. Más funcionarios de primer nivel están bajo observación obligada. En las dependencias oficiales se debe cumplir el imperativo: la mínima afluencia, trabajar desde casa en todos lo posible; no son vacaciones, pero tampoco un juego de azar.

EL OTRO MURO

LA CRISIS define liderazgos. Lo que ocurre por el Covid-19 ha puesto a prueba el orden mundial que surgió en 1989, con la caída del Muro de Berlín. El capitalismo global, disparador de imágenes de bienestar y vencedor del socialismo real, luce rebasado en varios frentes: política, economía, mercado, interdependencia y ahora, por supuesto, salud.

Los liderazgos del capitalismo, parientes del neoliberalismo menguante, piden esquina. Se nota en la esfera electoral. México 2018 fue ejemplo del cambio de liderazgo sancionado por las urnas.

Pero una cosa es administrar la normalidad y otra administrar pandemias. ¿Qué tipo de liderazgo es efectivo en tiempo de crisis? La pregunta se aborda sin garantía de certezas.   

Más allá de las teorías del liderazgo político, se encuentra la esfera pública donde se ejercen (o se estrellan) los liderazgos. La praxis manda a la teoría. Desde esta perspectiva, un líder en tiempo de crisis tiene que parecerlo, como el torero que entra al ruedo. El traje de las formas define la comunicación gubernamental eficaz.

Claro, el ‘parecer’ debe acompañarse del ‘ser’. De cualquier modo, en la crisis parece que el liderazgo político se invierte: gestos y palabras fomentan credibilidad, antes que la trayectoria. 

El liderazgo frente a la crisis requiere valentía para definir rumbo. La indefinición es enemiga del liderazgo. Angela Merkel en Alemania definió un rumbo y se atuvo a éste, más allá de la crítica por otros aspectos. Donald Trump tardó un mes en definir el rumbo de EEUU ante el Covid-19 y pagó la indecisión. Nayib Bukele en El Salvador definió rumbo y quedó a la espera del apoyo de la clase empresarial. Podrán o no tenderle la mano, podrá haber otros intereses, pero definición presidencial la hubo.

López Obrador tuvo tormenta previa al Coronavirus. Justo en un conflicto público sobre su liderazgo, realizó definiciones en torno al Covid-19. El contexto era delicado, por crecimiento económico nulo en 2019 y protestas cívicas de corte feminista (por inseguridad y violencia). Ese contexto deslavó  definiciones de AMLO: 1) prioridad a sectores sociales desprotegidos; 2) hablarían, por el gobierno, especialistas de salud, no políticos; 3) difusión e implementación de medidas, fase por fase.

¿Qué faltó? Evitar la discordancia de voces, entre gabinete y Presidente.

TORERO DEFINE RUMBO

POR PRIMERA vez el G-20 (mandatarios de naciones de las principales economías) sesionó por videoconferencia (marzo 26) y se tuvo la participación del Presidente López Obrador. Eran altas las expectativas, por el liderazgo emergente que encarna AMLO en América Latina. Son tiempos en que EEUU ofrece recompensa de 15 millones de dólares por Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela, acusado de narcoterrorismo y conspiración de Estado. Así que los líderes regionales se lo piensan dos veces, antes de asomar cabeza. No fue así con AMLO.

Firme en su enfoque de izquierda social, el Presidente de México expuso: “las medidas de mi gobierno, en esta crisis de salud que tiene rebotes económicos, se orientan hacia la protección y cuidado de los ciudadanos más pobres”. Otros mandatarios no comparten ese enfoque, dados los costos sociales que representa una prioridad de ese tipo. Prefieren situar medidas de apoyo a la clase media y alta, “que fue la primera afectada por el coronavirus” (Boris Johnson, Inglaterra). Cada mandatario, en cada país, tendrá que ofrecer su visión de liderazgo con decisiones al calce, junto con su equipo de trabajo. Los pueblos observan. (vmsamano@hotmail.com)