Transición a la nueva democracia y reconciliación

Transición a la nueva democracia y reconciliación

El discurso de Andrés Manuel López Obrador fue tranquilizador para los mercados nacionales e internacionales, y para los que no habían votado por él: Respeto a la libertad de expresión, a los derechos humanos, al comercio, a todas las expresiones sexuales…todo envuelto en una palabra mágica, -que también pronunció con solemnidad Adán Augusto López Hernández y que esperemos seguir escuchando en los próximos días y meses-: Reconciliación. Con solo conseguir esto todo lo demás, -mejorar la economía, acabar con la corrupción y la impunidad, poner a México y Tabasco en el lugar que le corresponde en el mundo, o renovar moralmente a los mexicanos y a los chocos, entre otras muchas cosas urgentes-, será mucho  más fácil. No se puede separar la “tabasqueñidad” de esta nueva situación, porque tenemos un presidente electo tabasqueño y aquí fue donde comenzó todo, y no dejó de seguir pasando por Tabasco esta revolución que estamos a punto de comenzar. Es necesario convencer a los ciudadanos, a todos, de que el camino no será fácil porque se trata no ya de barrer el piso que está a la vista, sino de levantar las alfombras, en donde el polvo se ha acumulado por décadas, y se ha hecho cemento que habrá que remover, y poner toda la casa patas arriba, y será necesario abrir las ventanas para que entre el aire nuevo y el sol que limpie asépticamente la mugre, para después proceder a ordenarla de nuevo. Será imprescindible que todos los que habitamos esta casa común participemos en las maniobras que sean necesarias para que llegue de forma efectiva esa reconciliación. La Transición española a la democracia, -estudiada en todas las facultades de Ciencias Políticas del mundo-, se basó en un elemento fundamental sin el que no hubiera sido posible que hermanos, que se habían literalmente matado entre sí, encontraran la paz necesaria para reinventarse en un proyecto común: El perdón. Reconociendo las barbaridades que cometieron los dos bandos que se enzarzaron en una guerra civil despiadada, pero perdonándose sinceramente porque era inviable el país como se encontraba. Les funcionó de maravilla y hoy en día, con grises, blancos y negros España es un país más que aceptable para vivir. Nos encontramos en un escenario muy similar al que describo, con “dos Méxicos” separados por la política mal habida y la corrupción, pero en el que es fácil reconocer a los hermanos que solo necesitan buena voluntad para reencontrarse porque las ganas de reconciliarse las tienen desde hace mucho. Ese es el nicho de oportunidad que tienen López Obrador y Adán Augusto: Los tabasqueños lo único que quieren es vivir en paz y armonía, con trabajo con el que poder pagar las facturas a final de mes, sin sobresaltos violentos a los que por desgracia hemos dado categoría de cotidianos y que por tanto ni nos extrañan ni nos asustan. Para que cambie nuestra vida privada es necesario cambiar la vida pública y devolver los valores de servicio para los ciudadanos, a los funcionarios y trabajadores del estado. Los políticos tienen que entender que no les otorgamos la confianza para que se sirvan, sino para mejorar nuestro entorno generando las condiciones necesarias. Y nosotros, los habitantes de Tabasco, tenemos que meternos en la cabeza esa máxima “Kenedyana” que nos plantea la pregunta cliché: ¿Qué hacemos por nuestro país y por nuestro estado?