Una nueva conjura de las élites

El fracaso no es solamente de Xóchitl Gálvez; es también, aunque el miedo y la soberbia les impida reconocer este hecho, de ellas y ellos.

Se agitan las élites porque la ven y la saben nuevamente perdida. Su candidata no levanta, ni levantará; no tiene cómo ni con qué hacerlo. Dislate tras dislate, su caída se aprecia a estas alturas imparable. Todos los ejercicios demoscópicos serios muestran, cuando faltan menos de 80 días para la elección, una amplísima ventaja a favor de Claudia Sheinbaum.

El fracaso no es solamente de Xóchitl Gálvez; es también, aunque el miedo y la soberbia les impida reconocer este hecho, de ellas y ellos.

Fracasaron junto a Xóchitl los oligarcas que, hasta el 2018, actuaban como si fueran los dueños del país y eran capaces de someter a su voluntad al presidente y fracasaron también las y los dueños y directores de medios de comunicación, las y los intelectuales, presentadores de radio y TV y columnistas que, supuestamente, formaban y dirigían la opinión de las masas.

Fracasaron con su candidata las dirigencias del PRI y el PAN que, en el pasado, valiéndose de sus aparatos partidarios podían movilizar contingentes o rellenar urnas a su antojo y fracasaron también el ejército de publicistas, estrategas y expertos en guerra sucia electoral que, allá en el 2006 pudieron engañar al electorado y que hoy, por más dinero que inviertan en las redes y los medios, por más calumnias que suelten, no logran hacer mella en el prestigio de Andrés Manuel López Obrador ni revertir las tendencias a favor de Claudia.

Contra la realidad económica se estrella el discurso de los oligarcas rapaces que alegan que la 4ª Transformación "destruye a México".

Contra el hecho innegable de que las voces opositoras monopolizan los espacios más importantes en los medios de comunicación y gozan de una libertad de expresión absoluta se estrella a su vez la mentira de que no "hay equidad en los medios".

Contra el clima de democracia existente en el país se estrellan las denuncias histéricas contra el "dictador que nos gobierna" que planea, además, reelegirse.

Se quedaron sin súbditos los oligarcas, sin audiencias cautivas los medios y los líderes de opinión otrora tan poderosos, sin sujetos a los que engañar y amedrentar los publicistas y los expertos en propaganda negra, sin masas a las que movilizar los viejos partidos.

Mirándose en el espejo planean, piensan, escriben, diseñan sus campañas: solo esa minoría a la que, como a ellos, ciega la rabia, cree a pie juntillas sus patrañas.

Se quedaron las élites sin pueblo y como siempre lo han despreciado ni cuenta se dieron de que lo habían perdido. De ahí su tan anunciado y tan merecido fracaso.

A las togas, al púlpito y a sus aliados en el extranjero recurren ya las élites desesperadas.

Lo que ni en los medios, ni en las calles, ni en las urnas pueden conseguir tratarán de obtenerlo en los tribunales.

Incautos habrá que en el mundo -y para botón de muestra basta el Presidente español Pedro Sánchez- se compren sus mentiras y hablen, como él y con Alito Moreno a su lado, de la supuesta amenaza que se cierne sobre la democracia en México.

Una nueva conjura de las élites está en marcha. Para dar golpe de Estado técnico o perpetrar otro fraude electoral es que hoy invierten su plata los oligarcas, pavimentan el camino los "abajo firmantes" y despliegan su arsenal de trucos sucios el PAN y el PRI.

Aunque imbatibles hubieran sido en el pasado cuando podían, como decía Don Miguel de Unamuno, vencer aunque no convencieran, hoy las cosas han cambiado.

Consciente de su propia soberanía, este pueblo que ha dejado de ser la arcilla que moldeaban a su antojo, no caerá en la trampa, expresará libremente su voluntad en las urnas y defenderá su voto y la democracia por la que tanto ha luchado.