Villahermosa ayer provincia, hoy una gran ciudad (III)
TERCERA Y ÚLTIMA.- Mi muy querida tía Loly Calles Broca nos entrega este tercer volumen de una crónica urbanosocial que ya ha dejado huella: “3,500 pasos. Villahermosa ayer provincia, hoy una gran ciudad”
Unas y otras historias podrían conducirnos a encontrar elementos en común que podrían facilitarnos darle concreción a ese concepto, vago y difuso, que es la tabasqueñidad. Porque ser tabasqueño sólo accidentalmente tiene que ver con el hecho de haber nacido en Tabasco, o ser hijo de tabasqueños.
Un segundo estilo literario que cubriría este reto de ruptura sería aquel ocupado de conocer las formas en las que las y los jóvenes villahermosinos de la época actual establecen sus conexiones sociales con otros jóvenes y con la ciudad y los procesos culturales a través de los cuales fijan su identidad tabasqueña.
La tía Loly nació en un entorno en el que la comunicación era, fundamentalmente, interpersonal. Eso definía, con mucho, los tipos de rituales y los mecanismos de aceptación y distanciamiento social. La tabasqueñidad se reproducía día a día en los encuentros personales en diferentes espacios sociales.
Para la generación de la tía, la comunicación mediada por tecnologías se convertiría en un fenómeno en sus años juveniles, pero se consolidaría hasta tiempo después, durante la primera etapa de su madurez. El impacto de esas tecnologías habría de ser paulatino, de manera que el imaginario de la época se fue ampliando de a poco, en círculos de amplitud geográfica-cultural limitados. El teléfono fue el primero en acercar personas. La radio, luego, y la televisión más tarde, los conectarían a lugares que trascendían los límites de Villahermosa.
Las tierras remotas, de las que en su infancia se tenían noticias familiares a través de telegramas de redacción entrecortada, se convertirían en lugares apetecibles a gracias a las noticias y luego las imágenes. La mayoría de los jóvenes de hoy nació en la época en la que las tecnologías digitales ya habían consolidado su presencia social. Son, como se les conoce ahora, nativos digitales. Están acostumbrados a conectarse, viven a través de las conexiones.
De esa manera, su manera de relacionarse con otros jóvenes y con las generaciones anteriores es enteramente diferente a la propia de la época de la primera mitad del siglo pasado. Los jóvenes de hoy no sólo tienen relaciones con personas de sus alrededores sino, también, con gente que no conoce directa y presencialmente y en muchas ocasiones establecen con ella lazos tal vez más fuertes y sólidos que los que desarrollan con sus próximos.
Vivir la socialidad en red, a través de conexiones digitales, ¿significa que necesariamente se experimente la ciudad de manera diferente a la forma en la que la experimentaron las generaciones predigitales? Podríamos responder a través de especulaciones; pero, sin duda, las respuestas nos las deben proporcionar directamente quienes hoy se conectan digitalmente en y con la ciudad.
¿Cómo establecen relaciones de amistad los jóvenes de hoy? El hecho de que tengan condiciones para mantener contacto con sus amigos y conocidos más allá de las horas en que se encuentran en las aulas o los centros de trabajo ¿de qué manera influye en el tipo y la intensidad de sus lazos? ¿A través de qué rituales estrechan sus conexiones? ¿Cómo deciden a qué grupos unirse y a cuáles no? ¿Cuáles son las lógicas grupales de aceptación y cuáles los valores de esas asociaciones? ¿De qué manera la virtualidad ha mantenido, reforzado, erosionado, re-inventado y creado formas de socialidad?
Los jóvenes de hoy, cuya cotidianeidad transcurre mayoritariamente en conexiones digitales, ¿de qué manera desarrollan su pertenencia a la identidad tabasqueña?
A estos nativos digitales les puede resultar en ocasiones más fácil recorrer el mundo, entablar conversaciones e intercambiar experiencias con personas distantes que trasladarse de un lado a otro de Villahermosa y que encontrarse presencialmente con gente que cohabita su espacio geográfico.
¿Genera este tipo de conexiones un sentido más efímero, menos intenso de la tabasqueñidad? ¿Cómo construyen su identidad geográfica-cultural estos jóvenes? Sin duda, esta literatura ofrecería muchísimas respuestas a estas preguntas. Pero, además, promovería nuevas preguntas, fascinantes todas.
El último reto que nos plantea esta crónica urbano-social es el de la amplitud. Lo sabemos, pero no caemos en cuenta muchas veces: Tabasco no sólo es Villahermosa, es un estado grande, con casi dos millones y medio de habitantes, con muchas ciudades y comunidades.
Tabasco puede ser contado, entonces, por muchísimas voces. Hay múltiples versiones sobre las realidades culturales y múltiples formas de desarrollar y sentir la tabasqueñidad. Sería interesante y se vuelve necesario escuchar a muchas de esas voces.
Estos textos de la tía Loly motivan nuevas, múltiples, narraciones de las vidas cotidianas de quienes viven en los diferentes rumbos de Tabasco. ¿Cómo se experimenta la cotidianeidad tabasqueña en otras ciudades? ¿En comunidades más pequeñas? ¿Cómo se construyen las solidaridades? ¿Cómo las diferentes aspiraciones sociales? ¿Qué significa vivir en situaciones cuya vulnerabilidad natural es mayor que las que enfrentan los capitalinos?
A través de esta amplitud podríamos llegar a conocer, sin duda, a Tabasco, a los tabasqueños y la tabasqueñidad desde las prácticas comunes, diarias, cotidianas desde las que las interrelaciones se construyen y desde los intercambios concretos gracias a los cuales las identidades, los sentimientos de cercanía y pertenencia se forjan.
Un acercamiento a esa amplia red simbólica nos ofrecería, seguramente, una perspectiva sólida de lo que hemos sido, somos y estamos en proceso de convertirnos en los futuros cercanos y lejanos. Esta es, creo, la riqueza de los textos de la tía Loly. (Prólogo al libro: 3,500 pasos. Villahermosa ayer provincia, hoy una gran ciudad. ¿Dónde están nuestras azucenas?)